VISITA ESCUELA NACIONAL DE POLICIA

La pericia detectivesca de la Policía Científica

La Hermandad de Veteranos del Regimiento de Infantería «Inmemorial el Rey» nº 1 giró visita multitudinaria el jueves 26 de septiembre de 2024 a la ciudad de Ávila. Los objetivos marcados por la Junta Directiva de la Hermandad eran el Museo de Intendencia del Ejército, por un lado, sito en el Palacio de Polentinos, en pleno casco histórico, y, por otro, la Escuela Nacional de Policía (ENP), ubicada en un extenso territorio en la periferia de la capital abulense. Del depósito museístico de Intendencia dimos cuenta en una entrega anterior y ahora recordaremos nuestro paso por el complejo policial y el final feliz de la excursión de los veteranos con un almuerzo de hermandad celebrado en un establecimiento sito junto al mirador de los «Cuatro Postes», con el magnífico fondo de la muralla medieval.

La Policía Nacional está de enhorabuena porque ha cumplido en 2024 sus 200 años de existencia al servicio de los ciudadanos, desde su creación en 1824 como Policía General del Reino, primer cuerpo policial de dimensión nacional con la función de «garantizar el bien y la seguridad pública». Esta efeméride no podían pasarla por alto las cabezas pensantes de los veteranos del Inmemorial y programaron con tiempo esta visita a la ENP de Ávila, centro neurálgico del adiestramiento de los servidores públicos pertenecientes al cuerpo estatal más antiguo de todas las fuerzas y cuerpos de seguridad de España, que impresiona por su extensión, en plena naturaleza, en los terrenos de la conocida como dehesa de la Zurra.

Lo primero que llama la atención al llegar al recinto de la Avenida de Juan Carlos I es su enorme aparcamiento al aire libre –500 plazas–, infestado de vehículos particulares del alumnado –2.750 estudiantes– que cursa su formación en esta academia especializada tras haber aprobado la oposición pertinente. La superficie que abarca el conjunto se aproxima a los 580.000 metros cuadrados, un territorio perfectamente equipado para su misión, según explicó a la llegada de tan nutrido grupo de visitantes el inspector Justino Martín Pérez, jefe de seguridad de la Escuela, que se fotografió con nosotros ante la fachada principal y nos condujo al recibidor, un amplio espacio dominado por el hormigón de las grandes columnas que sustentan la arquitectura del edificio y le dan cierto aire brutalista.

Una escuela modélica y necesaria

La entrada está presidida por una talla policromada del Ángel Custodio y un grupo escultórico que celebra el bicentenario del Cuerpo, y sobre una adimensional maqueta, de escala proporcional al territorio que reproduce en miniatura, el inspector mostró al detalle las dependencias que conforman este centro oficial de la Policía Nacional destinado a preparar a los futuros guardianes de la ley y el orden en nuestro país, que a su paso por este «búnker» ostentan el sello de «policía-alumno» y cuando finalizan su adiestramiento, como reconocimiento a su esfuerzo y dedicación durante la formación, el de «policía en prácticas», listos para afrontar los retos de la profesión.

Sobre el extenso y detallado diorama, el inspector Martín se deshizo en explicaciones pormenorizadas señalando las diferentes zonas e instalaciones que configuran la Escuela: dirección y administración, despachos, zonas de estudio y de ocio, comedores, cafeterías, lavandería, peluquería, talleres de automoción, galerías de tiro al aire libre y subterránea, laboratorio de criminalística, dos búnkeres de alta seguridad donde se almacenan las armas y municiones, y residencias de alumnos y profesores que se distribuyen en nueve edificios de tres y cuatro plantas y habitaciones para cuatro alumnos, siendo uno de los edificios para las alumnas y otro para profesores y personal que eventualmente realice cursos en la ENP.

Contempla, además, un área docente con aulas, biblioteca, salas de audiovisuales, de informática, de simuladores de tiro y otros laboratorios; una zona deportiva exterior, con pista de atletismo y canchas de tenis, voleibol, baloncesto y balonmano, y un polideportivo cubierto con piscina reglamentaria climatizada para un aforo de 500 espectadores, gimnasios, fútbol sala, artes marciales y también pistas para básquet, vóley y balonmano.

Un equipamiento extraordinario

En el edificio principal, donde se encuentra el ya señalado espacio docente, los pasillos son anchurosos, con los techos de madera, los suelos ajedrezados y las paredes de ladrillo visto, lo que le da un aire solemne y eclesial. Una sala de congresos con 130 butacas, un auditorio para casi 900 personas, en el que se imparten cursos y conferencias propios, aunque también está abierto a todo tipo de manifestaciones culturales públicas y privadas, y un peculiar Museo de la Policía, que visitamos los veteranos del Inmemorial, complementan el conjunto de esta sorprendente instalación, cuyo equipamiento está perfectamente diseñado para que el futuro agente de policía reciba tanto los conocimientos teóricos indispensables para el ejercicio futuro de su función, como las habilidades prácticas y los valores esenciales inherentes al servicio público, tal que la integridad, la disciplina, el respeto, el trabajo en equipo, la responsabilidad de su oficio, la importancia de su pertenencia a la comunidad, etc.

El inspector Martín condujo al grupo desde la entrada a la sala de congresos para que viéramos un vídeo sobre los antecedentes y la actividad de la Escuela, y explicó lo fundamental de su funcionamiento y la fórmula de acceso de los aspirantes. Según afirmó, la actual ENP comenzó su andadura en Madrid en 1967 y fue en 1979 cuando fructificaron las gestiones para ubicarla en Ávila, colocándose la primera piedra en diciembre del 81 y siendo la conclusión de las obras en enero del 86. Enseguida se inició la formación, que hoy se establece en dos modelos para los futuros policías declarados aptos tras el periodo de instrucción: la Escala Básica, en la que se obtiene la categoría de Policía, y la Escala Ejecutiva para la categoría de Inspector. Para el ingreso en la Escala Básica se exige a los alumnos el título académico de Bachillerato o equivalente y superar la totalidad de las materias impartidas tras un periodo de formación de 9 meses. Posteriormente, realizarán un periodo de prácticas de 12 meses en diferentes comisarías de toda España.

El espectacular Museo de la Policía

Prosiguió la visita de los miembros de la Hermandad en la sala de dirección del centro, cuyas paredes decoran los retratos de los actuales Reyes de España y se guardan bajo vitrinas un ejemplar de la Constitución y del Libro de Honor de la Escuela. A continuación, accedió el personal invitado al museo, inaugurado en 1994. Su exposición permanente tiene como misión dar a conocer la historia de la policía española y la evolución de la seguridad desde el siglo XIX hasta la actualidad. Para asesorarnos en este paseo por tan original muestra, al inspector Justino Martín se unió el inspector jefe de la policía científica Luis Miguel Gómez López, que ejerció de cicerone de nivel por ser el responsable de este reducto peculiar que no sabría un servidor cómo describir en cuanto a su continente: una serie de salas consecutivas a dos niveles unidas por un tramo de escalera y conectadas entre sí por un largo pasillo cuyas paredes sirven también como expositores del museo. Imaginado cenitalmente tiene forma de E y cuenta con una superficie de 800 metros cuadrados que son visitados anualmente por unas 8.000 personas.

En cuanto al contenido, las estancias están densamente abigarradas con infinidad de objetos que por sus características, valor o significado han ser custodiados para su conservación porque nos relatan más de un siglo de historia y cultura policiales y de evolución de la criminalidad en nuestro país, mostrándonos sus técnicas, medios, investigaciones, etc., lo que permite al visitante descubrir los secretos detrás de la labor policial en España. Tiene también otra finalidad, según señaló el inspector jefe: contribuir al fomento de la cultura, historia y valores del Cuerpo Nacional de Policía, para lo que divulgan su contenido por medio de publicaciones, conferencias y audiovisuales. De hecho, Luis Miguel Gómez confesó que, aparte del museo y ser profesor de la Escuela, otro de sus cometidos es dirigir la publicación de un periódico bimestral realizado por los alumnos y editado por el Diario de Ávila.

Las cartas del Emérito y el Códice Calixtino

La primera estancia está presidida por un ejemplar de la Constitución Española de 1978 dedicada «al Director, Profesores, Alumnos de la Escuela General de Policía, en recuerdo de la visita del Presidente del Congreso» (1985), y acompañando a la Carta Magna se encuentran la bandera nacional y el retrato de los anteriores Reyes de España, además de algunas estatuillas, una magnífica colección histórica de insignias policiales y otras figuras decorativas, títulos y trofeos y un bordón de peregrino con su vieira y su calabaza donado al museo en agradecimiento a la labor policial de vigilancia del Camino de Santiago. Destacan las dos cartas de agradecimiento del Rey Juan Carlos I, la primera datada el 8-VII-77 y la segunda de fecha 11-VII-83, que reza: «A la Academia de la Policía Nacional, con todo mi cariño, mi afecto y mi admiración por la labor que este Cuerpo presta a la Nación, o sea al Pueblo Español, asegurándole su Paz, su tranquilidad y su convivencia. Con un fuerte abrazo. Vuestro Rey».

Señalado por el inspector jefe Gómez López, sorprende encontrarse en esta Sala de la Constitución, protegido en una vitrina, un facsímil del Códice Calixtino que fue robado en 2011 de su caja fuerte en el Archivo de la Catedral de Santiago de Compostela. Su presencia en este museo obedece al agradecimiento de la catedral a la Policía Nacional por haber encontrado y devuelto intacto un año después el manuscrito medieval, la primera guía sobre la peregrinación por el camino jacobeo, que fue copiado a cuatro manos en el siglo XII. El «robo del siglo» de la mayor joya bibliográfica del medievo español, perfecta desconocida para el gran público pero que en una hipotética subasta hubiera alcanzado los 100 millones de euros, estuvo rodeado de intrigas y envuelto en un velo de misterio –mayor que El nombre de la rosa, si cabe–, hasta que la «pasma» lo encontró en un garaje cerca de Santiago y descubrió que era todo más prosaico de lo que aparentaba: el hurto fue perpetrado por un electricista que, después de trabajar durante 25 años en el mantenimiento del templo que alberga el sepulcro del apóstol Santiago, había sido despedido por las autoridades catedralicias. Total, un sainete chusco de despecho y venganza. El mangante tenía copia de las llaves de la cámara acorazada y al final dio con sus huesos en el trullo. Resuelto el misterio, los altos jefes eclesiásticos hicieron varias copias del Códice para agradecer los servicios prestados, una de las cuales se encuentra el visitante en esta sala 1, nada más acceder al museo.

El pasillo de las armas de fuego

El primer tramo del citado pasillo ejerce de sala 2 y reúne tras cristaleras protectoras una de las mejores colecciones de armas de fuego, muchas fabricadas en maderas nobles con mecanismos de disparo de avancarga y retrocarga. Contempla diferentes piezas de trabucos, mosquetones, escopetas, fusiles beduinos, ametralladoras, pistolas, revólveres y Cetmes. La mayoría de ellas son muy antiguas y están en buen estado de conservación, reflejando la evolución en el tiempo de esta tipología de armamento.

La sala 3 está dedicada al Cuerpo Nacional de Policía y, obviamente, agrupa diferentes objetos, documentos, trofeos, emblemas, estatuillas y uniformes. Entre ellos, destaca una mesa de despacho de madera repujada de los años 40 y una Carta de Seguridad de 1834, considerado el documento más antiguo conservado del Documento Nacional de Identidad. Algún libro resulta llamativo por su título: «Policiología. Caló delincuente», y se resalta en una esquina la presencia del perro Hasso disecado, célebre agente canino husmeador de drogas y explosivos que, según dijo el inspector jefe Gómez, despierta gran admiración entre los niños visitantes del museo.

La impagable labor de la Policía Científica

La peculiaridad de la sala 4 es que recoge la evolución de las técnicas e instrumentos utilizados a lo largo de la historia de la Policía Científica. Aquí podemos ver los avances en tecnología forense y los métodos de investigación de los científicos. Cuenta con piezas únicas como el maletín antropométrico del oficial francés Alphonse Bertillon, de 1930, para fotografiar al detenido de frente, perfil y semiperfil, y otro de inspecciones oculares. En dicha estancia se puede contemplar una gran colección de cámaras fotográficas y dispositivos para fichar a los delincuentes, además de ampliadoras, máquinas de escribir, de télex, de teletipo, fax, grabadoras, aparatos de escucha, walkie talkies, diferentes vitrinas con falsificaciones de monedas y billetes, así como la transformación que han experimentado en el tiempo los documentos de identidad.

Seguidamente, se accede al segundo tramo del pasillo, que hace las veces de sala 5 y está dedicado a las armas blancas, ofreciendo un valioso muestrario, desde sables, floretes y espadas hasta alfanjes, dagas y puñales, pasando por las orientales, entre las que destaca toda suerte de kris malayos e indonesios y una colección notable de gumías árabes. Delicados son los detalles de las empuñaduras en madera o hueso y otros ornamentos. Y curioso es observar el apéndice dentado con forma de serrucho de un pez sierra, utilizado como arma.

Se dedica la sala 6 del museo a la primera mujer policía víctima de la banda terrorista ETA, la inspectora María José García Sánchez, asesinada en los años 70 en Zarauz (Guipúzcoa), cuando contaba tan sólo con 23 años de edad. Sirve este espacio para homenajear a todos los policías fallecidos en acto de servicio y contiene otros objetos llamativos. Puede contemplarse en una vitrina un original ejemplar de la pistola Colt M1911 conmemorativa de la firma de la rendición de Japón ante EE.UU. en el acorazado Missouri, lo que puso punto final a la II Guerra Mundial. La M1911 era la pistola reglamentaria del ejército norteamericano y para este solemne acto del 2 de septiembre de 1945 se fabricó una serie de unidades especiales del modelo para que lo portara la oficialidad que acompañaba a la firma al general Douglas MaCarthur. La pistola era plateada y llevaba en la corredera grabados los lugares que tuvieron especial protagonismo en el teatro de operaciones del área Asia-Pacífico de la contienda: Pearl Harbor, Coral Sea, Guadalcanal, Iwo Jima, Okinawa, Tokio, etc.

El secretario de la Hermandad y la pistola paterna

Fue en esta sala 6 donde, al finalizar el recorrido del museo, asistimos a un entrañable acto particular, cuando «uno de los nuestros», ni más ni menos que nuestro querido secretario de la Hermandad, Gerardo Hernández Rodríguez, aprovechando la visita y con todos nosotros como testigos privilegiados del acto, donó al museo el arma reglamentaria de su progenitor, ya fallecido, que fue Inspector del Cuerpo General de Policía desde el año 40 hasta su jubilación en 1974 y estuvo destinado primero en la Brigada Criminal, en La Coruña, y después en la Brigada Móvil, en Madrid.

Gerardo le entregó orgulloso la pistola marca Star, modelo S, del calibre 9 mm corto, con la grabación del escudo policial y las iniciales CGP, al inspector jefe de la policía científica Luis Miguel Gómez López, quien la recibió con todos los honores, agradeció la donación porque dijo que ese modelo no lo tenían en el museo y la depósito temporalmente en una vitrina de la sala –a la espera de arbitrar un sitio de mayor enjundia–, colocada al lado de un revólver Astra 250, calibre 38, también donado al museo en 2023 por el propio Gómez López. Junto a estas armas, el inspector jefe situó la bandera de mochila del Inmemorial que un rato antes había recibido solemnemente de manos del presidente Enrique Botella para que figure en la exposición como recuerdo de nuestra visita.

El secretario de la Hermandad mostró a los presentes el recibo de 1945 firmado por su padre, en el que la Dirección General de Seguridad de la época le avisaba de que el importe del arma, de 152 pesetas, le sería descontado del sueldo en tres mensualidades, dos de 50 ptas. y una de 52 ptas. Al respecto, Gerardo contó la anécdota de cuando fue a devolver la pistola a la autoridad correspondiente tras la muerte de su progenitor. «Me dijeron que no podían recoger el arma porque era mía, puesto que la había pagado mi padre y era yo su legítimo propietario. Eso sí, al no tener permiso de armas debía inutilizarla». Gerardo así lo hizo y se la quedó como recuerdo.

Tras entregar la documentación al inspector jefe Gómez López, Gerardo Hernández pronunció unas palabras en las que dejó claro que a pesar del cariño que le tenía a la «pipa», la cedía «porque mis hijos no aprecian estas cosas y yo ya soy muy mayor [81 años] y cualquier día faltaré… y a saber a dónde iría a parar la pistola. Me da mucha alegría y tranquilidad saber que queda en buenas manos». El acto concluyó con un cerrado aplauso y las felicitaciones correspondientes. En ese rincón del museo vivimos un momento de gran emoción.

La espectacular sala del crimen

La última sala del museo es la 7, para mí la más espectacular por su original y morboso contenido. En ella destacan, entre otros instrumentos delincuenciales, útiles para la elaboración de estupefacientes, enseres para las grandes estafas y armas pertenecientes a grupos terroristas, principalmente ETA, como un Kalashnikov intervenido a la banda. Figura en este apartado un recuerdo de la primera víctima asesinada en una operación organizada por los terroristas vascos. Al inspector jefe Melitón Manzanas González, jefe de la Brigada Político Social de San Sebastián, le esperaba a la hora de comer en el rellano de la escalera de su piso en Irún, en 1968, un terrorista que se lo cargó descerrajándole tres tiros por la espalda y otros cuatro cuando estaba tendido en el suelo. En una vitrina se conservan su foto, su arma y los proyectiles extraídos de su cuerpo, así como los casquillos hallados en el lugar del vil y cobarde atentado.

Figuran también objetos relacionados con la desactivación de explosivos, drones y referencias a la investigación de delitos de gran repercusión social, entre ellos la bomba que explotó en el Teatro Liceo de Barcelona, en 1893; el crimen del Expreso de Andalucía, en 1924; o el secuestro de la niña Melodie, en 1987. En diversas vitrinas figuran bombas de relojería y explosivos escondidos en libros y cajas de puros que no llegaron a explotar, como el paquete bomba con un cuarto de kilo de dinamita que le envió ETA en el año 2000 al periodista de la Cope Carlos Herrera.

Luis Miguel Gómez, como responsable del laboratorio de criminalística –desde ahora nuestro particular Gil Grissom de CSI Las Vegas–, estaba en su salsa en esta sala y, aunque el reloj del inspector Justino Martín presionaba para que el inspector jefe acabara sus explicaciones porque nos esperaba el almuerzo, éste intentó que nos fuéramos con el mayor conocimiento posible de todo lo relacionado con la investigación forense, los perfiles criminales y los métodos de reconstrucción de los escenarios del crimen. Su entusiasmo sin límites nos encandiló a los presentes y sus conocimientos nos dejaron boquiabiertos, hieráticos y peripatéticos.

No hay una oreja ni una huella dactilar iguales

El inspector jefe es un vademécum uniformado de las ciencias policiales y se lo sabe todo, por formación, experiencia y pasión. Nos demostró empíricamente cómo se puede cerrar un caso de homicidio sin tener el arma de fuego del crimen; basta con un casquillo para relacionarla con la víctima. Sobre un muestrario completo de fotos de pabellones auriculares, afirmó que «al igual que las huellas digitales son todas diferentes y no hay ninguna que se repita en el mundo, ni en los hermanos gemelos, lo mismo ocurre con las orejas».

Otras curiosidades de este recinto son las grabaciones en casete del secuestro y asesinato de la joven Anabel Segura, en el año 93; o el historial de José María Manuel Pablo de la Cruz Jarabo Pérez-Morris, alias «El Jarabo», el primer asesino psicópata español, que fue condenado a cuatro penas de muerte por matar en Madrid a dos hombres y dos mujeres, una de ellas embarazada. O el caso del «Asesino de la baraja», Alfredo Galán Sotillo, un ex militar que cometió seis asesinatos a quemarropa y varios intentos de homicidio con una pistola Tokarev TT-33 que se trajo de Bosnia. Un as de copas que accidentalmente apareció en el escenario de su primera víctima le puso el apodo. Fue condenado a 140 años y tres meses de prisión.

Llamativo es el ejemplar del libro «Camina o revienta. Memorias de “El Lute”», dedicado a la ENP por Eleuterio Sánchez González en 1989, que dice: «Por la libertad ganada por una sociedad más sana por una policía al servicio del pueblo. Estas líneas en mi 1er. libro de memorias como recuerdo de mi paso por ese bien atendido museo y la Escuela General de Policía».

Por último, en esta sala se halla la pistola semiautomática alemana Walther PPK, muy notable por ser el arma utilizada en el cine por el agente secreto 007, James Bond, que la usó en sus 17 primeras misiones y en alguna película posterior. También es conocida por ser la empleada por Hitler para «darse matarile» a sí mismo, o sea que se levantó la tapa de los sesos con ella. La foto de este modelo dorado figura junto a la pistola y el retrato del actor Roger Moore.

Uniformes históricos de la policía y la Interpol

Cabe señalar que fuera de lo que es el recinto del museo, frente al auditorio de la Escuela, se encuentran unos uniformes que rememoran la historia del vestuario del Cuerpo, desde los primeros de los años 40 de la Policía Armada a los de invierno y de verano del Cuerpo General de Policía, el de trabajo y el de alumna del Centro de Formación, de 1987, hasta llegar al actual uniforme de Gran Gala de la Policía Nacional. En otro apartado, ubicado en el aulario de la Escala Básica, se recoge una destacada colección de uniformes de los países miembros de la Organización Internacional de Policía Criminal, Interpol.

Terminado el recorrido en el museo, visitamos la espectacular piscina olímpica cubierta, una maravilla que invitaba a darse un chapuzón. Sin embargo, los veteranos acabamos sentados en un aula de las utilizadas para la formación de los alumnos de la Escuela, en cuya pared figuran los «Principios básicos de actuación» del Cuerpo Nacional de Policía, a saber: Adecuación al ordenamiento jurídico, relaciones con la comunidad, tratamiento de detenidos, dedicación profesional, secreto profesional y responsabilidad. En este espacio, aprovechó el coronel Enrique Botella para entregarle un detalle al inspector Justino Martín: el dietario diseñado por el general Juan Bosco Valentín-Gamazo con motivo del VI aniversario de la Hermandad.

Seguidamente, los inspectores que habían ejercido de guías despidieron en la puerta principal del recinto a los veteranos y todo fueron parabienes por nuestra parte hacia los mandos policiales por la atención prestada a tan gruesa congregación y por lo bien cuidado que tienen el bastión del que se nutre la seguridad nacional con generaciones de agentes. Nuestras gracias les fueron dadas también por su entrega personal al servicio de la ciencia, la justicia y la sociedad.

Almuerzo con las autoridades militares y policiales

Bajo un cielo panza de burro que amenazaba con descargar el diluvio universal, los licenciados del Inmemorial se embarcaron en el bus para dirigirse hacia el famoso Humilladero de los Cuatro Postes, donde se inmortalizaron antes de acceder al hotel-restaurante del mismo nombre donde se iba a celebrar el correspondiente almuerzo con el que poner broche de oro a tan ilustrativas visitas. En esta lid de someter la andorga a pena de ingesta masiva nos acompañaron gentilmente el inspector Justino Martín Pérez, de la Escuela Nacional de Policía, el coronel de intendencia Víctor Manuel Sáez Díez, director del Archivo General Militar de Ávila, y los tenientes José Joaquín Parrón Álvarez y Alfonso Domingo Gimeno, responsables del Museo de Intendencia del Ejército de Tierra.

Los casi cuarenta comensales nos atrincheramos en el Salón Ángela en torno a su alargada mesa y el coronel Enrique Botella lanzó a la atenta parroquia unas palabras de agradecimiento por la nutrida participación de los veteranos, dio también las gracias a los mandos del Ejército y la Policía por su galanura al acogernos tan efusivamente en sus cuarteles, mostrarnos sus tesoros y acompañarnos en la comida, y alzó su copa para brindar por el Rey. Durante el servicio de los diversos platos, los comensales departieron con los compañeros periféricos sobre todo lo visto y oído por la mañana, sobre las experiencias militares de cada cual en sus tiempos mozos –y no tan mozos– y le dieron un repasito a la actualidad política y social tratando de remendar los males que nos aquejan.

Los temas tratados estuvieron amenizados por la manduca, regada con cervezas y caldos de Rivera del Duero, que sirvieron para apagar la deflagración buco-faríngea tras la degustación del menú elegido para nutrir con lo mejorcito de Ávila a la cofradía castrense: patatas revolconas con torreznillos y judías del Barco, de entrada, seguidos por el plato principal, a escoger entre la merluza al estilo «4 Postes» o la chuleta de ternera a la parrilla del Valle de Amblés (sierra de Ávila). Con la tarta San Marcos, los cafeses, teses y licoreses y las palabras de agradecimiento del coronel Sáez Díez, respondidas por el coronel Botella, se dio por finiquitada la espléndida jornada, que todos disfrutamos como lechones zascandiles y glotones hozando en el próvido y lácteo cárter porcino.

Eran la cinco en punto de la tarde y el cielo abulense había retomado sus tonos velazqueños sobre la margen izquierda del río Adaja, junto a la muralla y la adyacente Catedral de Ávila. Sus campanas huecas, ennegrecidas y cavernosas tañeron sobrecogidas viendo partir en lontananza rumbo a Madrid a los viejos soldados del Regimiento de Infantería «Inmemorial el Rey» nº 1, que presume de ser el más antiguo del mundo. Lo que acreditan sus siete siglos de historia.

Primitivo Fajardo (13-10-2024)


Nota del inspector jefe Luis Miguel Gómez López respecto a la visita de la Hermandad a la ENP de Ávila


Con el fervor y el respeto de un “hijo de España”, que ama profundamente su país, Le ruego transmita mi gratitud a todo el conjunto de glorias que formaron el equipo que nos visitó. Si hoy tenemos, aún, un país es porque vivimos de las rentas de lo que ustedes forjaron y, a pesar de los tiempos que nos envuelven y de tanta iniquidad de algunos de nuestros semejantes, aún quedamos quienes valoramos lo que, de verdad, tiene valor.


 Querido “hermano de armas”, si me permite la confianza, tengo yo más que agradecerles a ustedes, por su estilo, educación, templanza, ejemplo y valor, que lo que un modesto servidor público pueda recibir de la gratitud de sus corazones. Gracias mil, por su estoicismo al soportar, como jabatos, mis peroratas.


 Sin más, me despido con un sentido ¡Viva España!, que es lo que tocaba durante este “puente”, quedando a sus órdenes para cuanto se les ofrezca en el futuro.

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