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Viaje fascinante a la luz castrense de Toledo (I)
ACADEMIA DE INFANTERÍA
El martes 6 de febrero fue un día especial para la Hermandad de Veteranos del Regimiento de Infantería «Inmemorial el Rey» nº 1, pues visitamos en Toledo las instalaciones de la Academia de Infantería y del Museo del Ejército, la exposición «1898. El final de cuatro siglos de Cuba y Filipinas españolas», actividades programadas por la Junta Directiva de la Hermandad en su Plan de Acción para 2024.
Ambas visitas resultaron un éxito por la alta participación, la certera consecución de los objetivos previstos y la disposición para el disfrute que los participantes mostraron y además agradecieron por lo que supuso el viaje como inmersión en la cultura militar, en la amistad y camaradería y en los buenos alimentos, pues culminó la jornada con un espléndido almuerzo de hermandad en el restaurante del Museo del Ejército, sito en el Alcázar de Toledo.
El grupo de expedicionarios estuvo formado por una representación numérica tan nutrida como poco habitual, nada menos que 37 miembros se apuntaron a la excursión, capitaneada por la plana mayor de la Hermandad, con su presidente a la cabeza, el coronel Enrique Botella, acompañado del vicepresidente Santiago Santos, el secretario Gerardo Hernández, el tesorero Ricardo Daura, y los vocales general Juan Bosco Valentín-Gamazo, Pedro Trevilla y Francisco Carpena.
En la Academia de Infantería fuimos recibidos con expectación por el teniente coronel Sergio Gómez Torres, el alférez José Carlos Alonso Herranz y el subteniente de caballería Luis Manuel Garrote López, encargado del museo de este acreditado establecimiento perteneciente al Ministerio de Defensa, quien ejerció de extraordinario cicerone mostrándonos con su brillante erudición tantos tesoros como se exhibe en las dependencias de la Academia, un museo que acaba de cumplir 40 años –fue fundado en noviembre de 1983– y cuyo recorrido fue emocionante para todos pero especialmente para los que estudiaron en su juventud en este centro de formación de oficiales y suboficiales del Arma de Infantería para iniciar su carrera militar.
Impresiona lo que atesora la Academia
El subteniente Garrote, hijo de Manuel Garrote Linés, quien también sirvió en las filas del nuestro Regimiento, nos llevó en palmitas por las distintas dependencias que conforman el extraordinario patrimonio que guarda celosamente la Academia –sala Los Alijares, sala Reina de las Batallas, sala Alcázar de Toledo, sala Auras de Gloria, sala Fiel Infantería y sala Prim–. Un museo magnífico en su conjunto que persigue perpetuar entre estas paredes las glorias y recuerdos de la Infantería para que sirvan al estudio y admiración de su valerosa historia.
El subteniente nos ilustró sobre relevantes personajes de la milicia que alcanzaron notoriedad por sus acciones y nos informó de hechos bélicos en los que destacaron tantos héroes como la Patria ha dado al mundo a lo largo de su denso discurrir a través de los siglos. Las salas visitadas contaban con infinidad de objetos, pinturas, retratos, bustos, uniformes, prendas de cabeza, documentos, historiales militares, múltiples condecoraciones como la Cruz Laureada de San Fernando, la Medalla Militar Individual o la Cruz al Mérito Militar con distintivo rojo, todo tipo de armas blancas: cortas, largas, bayonetas, espadas, machetes, floretes, kris filipinos... También armas de fuego como mosquetones, cetmes, ametralladoras, granadas de fusil, morteros, cañones de acompañamiento, antiaéreos, etc.
Alucinante resulta la inmensa colección de pistolas y revólveres, todos diferentes, esparcidos y debidamente ordenados en cualquier rincón del recinto, que se completa con instrumentos médicos antiguos, sistemas de comunicación de épocas pasadas, la máquina Enigma inventada por los nazis para driblar el espionaje de los aliados, la linotipia utilizada en la imprenta de la Academia hasta 1983 y otros elementos usados en campañas internacionales que nos recuerdan las grandes batallas en las que la infantería alcanzó días de gloria. Muchos de estos objetos han sido donados por militares y familiares y fueron resaltados con entusiasmo por el subteniente Garrote, orgulloso de lo que allí se guarda y él protege con celo como si fuera propio, único y sagrado.
Uno de los documentos importantes que señaló y mayor expectación despertó entre la concurrencia fue la solicitud manuscrita dirigida al coronel director por parte de Francisco Franco Baamonde, firmada en Toledo en 1907, en la que, como alumno recién ingresado en la Academia de Infantería, pide la pensión correspondiente por ser hijo de militar (el capitán de la Armada y comisario de Marina Nicolás Franco Salgado-Araújo). En el párrafo final del escrito, tras suplicar al coronel «se digne incluirle en la escala de aspirantes a pensión», Franco afirma: «Gracia que duda alcanzar de la bondad de V.S., cuya vida guarde Dios muchos años para bien de sus subordinados».
Recorrido por lo más sobresaliente
Las dependencias más importantes y el propio edificio de la Academia fueron objeto del recorrido por las huestes veteranas, lo que supuso admirar una espectacular obra de arquitectura clásica contemporánea levantada en 1942 por tres ingenieros militares, los tenientes coroneles Manuel Carrasco Cadenas, Arturo Ureña Escario y Julio Hernández García. El grupo visitó también la galería con los retratos de todos los directores de la Academia, fundada en 1850; la biblioteca con 35.000 volúmenes, entre los que se conservan algunas curiosidades, como una edición facsímil de la Biblia de San Luis o los libros que sirvieron de parapeto en el Alcázar y que conservan los balazos del asedio; el comedor de gala, una de las estancias más impresionantes de la Academia, con una gran vidriera ubicada en el techo con el águila de San Juan en su centro; la capilla neogótica, presidido su altar por una gran imagen de la Inmaculada Concepción, patrona de la Academia y del Arma de Infantería, cuyo retrato en grandes proporciones recibe al visitante a la entrada del edificio principal, donde se halla a su vez un busto en bronce del Rey Felipe VI.
Una vez terminado el fascinante periplo por esta colección museográfica, en la sala dedicada al general Prim, situada en la biblioteca, que contiene fondos del museo y otros donados por herederos de Prim, el coronel Botella hizo solemne entrega al subteniente Luis Garrote de un sencillo recuerdo en nombre de todos como agradecimiento por su tiempo y dedicación: el dietario que se hizo hace unos meses con motivo del VI aniversario de la Hermandad. La visita culminó con el protocolario posado de los veteranos en la zona exterior de las instalaciones, en cuya fachada principal se hallan ubicados un par de grupos escultóricos dedicados al soldado español y al soldado de infantería y carros de combate, acorazados de transporte de tropas y un helicóptero de observación.
El telón de fondo de la fotografía que enmarcaba a los intrépidos soldados del Inmemorial ya retirados del mundanal ruido castrense era el segundo e inmediato destino de nuestra visita a Toledo: el impresionante alzado mural del Alcázar, que se halla separado de la Academia por una corta distancia, pero un trayecto largo, el obligado por la hendidura milenaria causada por la sinuosidad del cauce del río Tajo.
Primitivo Fajardo (08-02-2024)
Viaje fascinante a la luz castrense de Toledo (II)
VISITA A LA EXPOSIXIÓN TEMPORAL DEL MUSEO DEL EJÉRCITO
En el Museo del Ejército, sito en el Alcázar de Toledo, joya arquitectónica y renacentista símbolo de la capital manchega, los veteranos fuimos recibidos a pie de autobús por su director, el general de brigada Jesús Arenas García, que con toda resolución y amabilidad nos condujo al salón de actos para ponernos al día de la importancia de esta institución para la milicia y la historia, lo que hoy representa y lo que pretende el museo, que bajo el lema: «Museo del Ejército, tu Museo, tu Ejército, tu Historia», persigue el noble fin de hacer llegar a la población civil el conocimiento de los bienes de carácter patrimonial que alberga, los valores militares y sociales que representa, las actividades que desarrolla y los proyectos en los que trabaja en la actualidad el museo, que es uno de los más antiguos del mundo y el segundo más antiguo de España, después del museo de Ciencias Naturales.
El general Arenas proyectó un vídeo institucional que en tono emotivo demostraba las bondades del Museo del Ejército, señalando a continuación la exposición temporal que alberga en sus modélicas instalaciones, objetivo de nuestra visita, pues las salas principales llevan cerradas un tiempo para acometer los trabajos de acondicionamiento a los que está sometido el conjunto con el fin de reparar los daños de un incendio ocurrido hace un par de años en la instalación eléctrica, que afortunadamente no afectó al patrimonio del museo.
Señaló el director la exposición temporal titulada «1898. El final de cuatro siglos de Cuba y Filipinas españolas», resaltando las virtudes del comisario de la misma, allí presente, otro ilustre miembro de los veteranos del Inmemorial, el historiador y profesor universitario Guillermo Calleja Leal, quien ejerció de experimentado guía en la visita de los compañeros por la completa y bien estructurada exposición, que me atrevería a calificar –usando el viejo adagio– de sencilla a la par que elegante y señorial, diseñada con buen gusto y una disposición de los elementos racional y práctica, con la iluminación justa para resaltar todo lo bueno que nos cuenta esta historia de tragedia y heroísmo finisecular ocurrido en las posesiones españolas de Ultramar.
Los veteranos nos dimos un baño de erudición en las anchurosas aguas del vasto conocimiento y la docta formación de tan cualificado guía, pues no en vano Willy Calleja es doctor en Geografía e Historia por la Universidad Complutense de Madrid y en «Contempory History» por la Phoenix International University del Reino Unido. Es también vocal de la Comisión Española de Historia Militar (CEHISMI), del Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN) y miembro permanente del Consejo Asesor del Servicio Histórico y Cultural del Ejército del Aire (CASHYCEA), además de correspondiente de la Real Academia de la Historia, la Real Academia de Cultura Valenciana y de la Academia de Ciencias y Artes Militares, de la que también es académico de número el veterano general Valentín-Gamazo.
La pérdida de las colonias
El benemérito maestro Calleja nos ilustró sobre los pormenores de aquel conflicto decimonónico que supuso en la práctica la pérdida, hace ya 125 años, no sólo de las últimas colonias de la metrópoli, Cuba y Filipinas, que fueron durante cuatro siglos provincias españolas, sino también la de su hegemonía en el mundo, lastrada desde hacía décadas por innumerables crisis políticas y económicas. A través de diversos objetos, fotografías, pinturas y retratos, miniaturas de soldados, banderas españolas, armas tradicionales de los tagalos, un rústico cañón forrado de cuero de los mambises, la maqueta de una típica casa nipa, una lantaca, los atuendos de los combatientes y objetos del Katipunan, la sociedad secreta fundada en 1892 para establecer una república y alcanzar la independencia de España; la escultura del teniente laureado Saturnino Martín Cerezo, héroe que lideró a los «Últimos de Filipinas» en la defensa de Baler; apartados dedicados a los capitanes generales Camilo García de Polavieja y Fernando Primo de Rivera, etc. Casi todas las piezas expuestas, salvo algunas, pertenecen a los fondos del propio museo.
Se divide la muestra en varias secciones consecutivas: el contexto histórico de la España de finales del siglo XIX, es decir, la situación de nuestro país en la época; los hechos de la guerra de Cuba (1895-1898), los de Filipinas (1896-1898) y un espacio final dedicado al ingente legado español de ambas colonias. El comisario nos enseñó en este recorrido expositivo cómo era el Ejército español de finales del siglo XIX y las causas y consecuencias del conflicto que nos llevó al desastre, resaltando a la vez el heroico proceder y los sufrimientos y gestas que protagonizaron los militares que participaron en estos hechos bélicos de allende los mares, como el soldado Eloy Gonzalo, héroe de Cascorro, y el general Joaquín Vara de Rey, defensor de El Caney.
Calleja comenzó mostrando un mural con información publicada sobre el problema de Cuba que dio origen a la guerra, expresando con vehemencia la manipulación de los periódicos americanos de la época y los intereses de sus magnates sin escrúpulos, como William Randolph Hearst, o Joseph Pulitzer, para beneficiar a los Estados Unidos y sacar pingües beneficios para sus imperios de medios de comunicación. Siguió Calleja resaltando a los ocho protagonistas principales de aquellos años trágicos para España en ambos lados del Atlántico y al borde del Pacífico: el general Emilio Aguinaldo y Famy, primer presidente de Filipinas, que luchó contra España y contra EE.UU.; José Protasio Rizal-Mercado, héroe nacional de Filipinas y «Padre de la Patria»; José Martí Pérez, presidente de Cuba; William McKinley, presidente de EE.UU. en 1897 –da nombre a la montaña más alta de EE.UU., en Alaska, el Denali (6.168 m), rebautizada en su honor como monte McKinley en 1896, cuando era candidato a la presidencia–; Stephen Grover Cleveland, presidente de EE.UU. antes que McKinley; Práxedes Mateo Sagasta, presidente del Consejo de Ministros de España entre 1897 y 1899; Antonio Cánovas del Castillo, presidente entre 1895 y 1897; y la reina regente María Cristina de Habsburgo-Lorena, madre de Alfonso XIII.
Uno tras otro, Calleja se detuvo en explicar cada objeto precioso, cada cuadro y cada detalle de la exposición, precisando el significado de algunos en concreto, como los que pertenecieron a los dos militares cubanos más importantes, el general Máximo Gómez Báez y su subalterno el general Antonio Maceo y Grajales. Diversos utensilios de la sanidad militar fueron mostrados por el comisario, así como el cuadro y un microscopio del capitán médico Santiago Ramón y Cajal, futuro premio Nobel de Medicina, destinado a la guerra. Así mismo, las referencias a los capitanes generales Arsenio Martínez Campos, Valeriano Weyler Nicolau y Ramón Blanco Erenas.
En el último tramo del recorrido, el ilustre guía se aferró al boceto del grupo escultórico «No importa», una maravilla cuyo original se conserva en el Centro Cultural de los Ejércitos, en la Gran Vía madrileña, para explicar que la frase es tan antigua como la propia Infantería española y es de aplicación en los momentos desesperados, cuando hay que sacar fuerzas de flaqueza para cumplir una misión y nada más importa. Aunque uno se deje la vida en el empeño, no importa.
Almuerzo de despedida en el museo
Terminada la visita, los veteranos nos dirigimos al comedor para iniciar el almuerzo de hermandad previsto por la jefatura, al que se unió el director del museo, el general Arenas, que compartió y departió con los veteranos, quienes le agradecimos su presencia y el caluroso recibimiento dispensado. Al finalizar la velada, el presidente, coronel Enrique Botella, le entregó como recuerdo el dietario del VI aniversario de la Hermandad, y el general agradeció el detalle y alzó su copa para brindar por nosotros, por el museo, por el Ejército, por España y por el Rey.
Poco antes, uno de los veteranos participantes, Paco Díaz Casado, donó al colectivo, poniéndolo en manos del presidente Botella, una pequeña obra de arte forjada a mano en barro: una preciosa teja policromada con el escudo de la Hermandad pintado sobre la bandera de España y el lema «Todo por la Patria», confeccionada por una amiga suya, artista y además generosa. La pieza de artesanía pasará a ocupar un lugar preeminente en la oficina de los veteranos.
El general Arenas de despidió de todos y cada uno en la explanada del Alcázar y la comitiva emprendió feliz regreso en autobús a la capital de España a la hora exacta marcada por uno de los poemas más estremecedores y conocidos de Federico García Lorca: «Llanto por Ignacio Sánchez Mejías». La satisfacción por la experiencia vivida en esta visita fascinante al museo y a la Academia de Infantería iba reflejada en los rostros y en las conversaciones de los veteranos del Inmemorial que tuvimos la suerte de gozar de tales privilegios, generalmente esquivos al común de los mortales y limitados a quienes los dioses distinguen.
Primitivo Fajardo (08-02-2024)