Articulos de nuestros asociados

 En este apartado queremos dar cabida a la vena literaria de nuestros asociados que se animen a compartir con todos nosotros sus artículos, publicados o no, que por su especial interés se considere oportuno subir a esta página.

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Alejandro Borreguero, miembro de la Hermandad de Veteranos del Inmemorial del Rey

Hispanoamérica y el fomento del odio a España

Gerardo Hernández Rodríguez 

Secretario de la Hermandad de Veteranos del Inmemorial del Rey                                                                  

El domingo día 8 del pasado mes de julio, un diario de ámbito nacional publicó un excelente reportaje en el que analizaba las actuaciones y los resultados de una campaña de fomento del odio a España en países de Hispanoamérica, comenzando, en primer lugar, por un adoctrinamiento de los niños en las escuelas, tergiversando, manipulando y falseando la Historia y sometiendo los textos de los libros escolares a una adaptación a las tendencias revanchistas que están proliferando en aquel continente y en otros lugares del mundo.

 Se están derribando monumentos y estatuas de personajes que contribuyeron al desarrollo de aquellas tierras y de sus gentes, como la Reina Isabel la Católica, Cristóbal Colón, Francisco Pizarro, Orellana o Fray Junípero Serra. O de quienes dieron prestigio a nuestra lengua como Miguel de Cervantes. Y no sólo en países hispanoamericanos, sino también en algunas ciudades de USA.

Pero aquí mantenemos monumentos a Bolívar o San Martín, por ejemplo

Recientemente el Monumento a los Descubridores, en Lisboa, ha sido pintarrajeado con una frase de veinte metros, en mal inglés, después de que el diputado socialista Ascenso Simoes propusiera su demolición.

Nuestros flamantes políticos e ilustres legisladores, ¿considerarán estos actos como “delitos de odio”, tan en boga ahora, o simplemente como “libertad de expresión”?

Durante la toma de posesión del nuevo presidente de Perú, Pedo Castillo, éste se permitió, en presencia del Rey Felipe VI, acusar a España de explotadora y de haber esquilmado las riquezas mineras de aquel país en beneficio de Europa.

Haciendo un alarde de su sentido de la diplomacia, elegancia, respeto y domino de los usos protocolarios (o a lo peor con toda la mala intención posible) hizo mención del Rey de España en último lugar después de haberse referido previamente a los presidentes de la republicas hispanoamericanas allí presentes, haciéndolo como “Su Alteza”, en lugar de “Su Majestad”. Ignoró, suponemos que deliberadamente porque no es posible tal desconocimiento, la obra de España en América y hechos tales, como que se fundaron allí ciudades, universidades para los nativos de aquellos territorios, además de iglesias, hospitales, otros centros educativos y formativos, vías de comunicación, palacios como el que Castillo se niega ahora a utilizar, etc. así como el mestizaje a que dio lugar la presencia española, destacando, sin embargo, que llegaron personas procedentes de China y más tarde de Japón que aportaron “sangre que enriqueció nuestras venas”.

Respecto a la sangre española a lo peor sostiene como en aquella canción de Luis Aguilé “Maldito sea el Tío Calambre que dio su sangre pa mi salud”

No son estos los únicos hechos reseñables de los últimos tiempos ni sólo en Perú. Desde hace ya algunos años las injurias, las afrentas, la destrucción de recuerdos y vestigios y las expresiones de diferentes mandatarios son una constante sin que, por parte de las autoridades españolas de los diferentes y sucesivos gobiernos, hayan respondido adecuadamente ni se hayan tomado medidas de réplica con la energía que sería procedente. Y lo más grave, es que muchas de estas ideas y de estos comportamientos están propiciados y fomentados desde la propia España por parte de algunos habitantes de “la piel de toro”.

Ante esta situación y ante la pasividad de nuestros gobernantes nos permitimos sugerir que, en la fachada de las embajadas de España en aquel subcontinente, se podría instalar el siguiente rótulo: "Si nuestros antepasados hubieran actuado con los vuestros como los anglosajones en Norteamérica, ni hoy habría varios millones de indígenas en Hispanoamérica ni habríais tenido en los últimos años tres presidentes con ese origen y quizá estarías recluidos en reservas como si fueran parques temáticos".


VILLA BENS, CAPITAL DEL PROTECTORADO SUR *

Juan B. Valentín Gamazo de Cárdenas 

Presidente  de la Hermandad de Veteranos del Inmemorial del Rey


 En la localidad marroquí de Tarfaya, antigua Villa Bens, situada 30 kilómetros al norte de la antigua frontera del Sahara español, se conservan dos edificios singulares. Uno de ellos es una construcción de piedra de dos plantas situada sobre un arrecife a 600 metros de la costa. El otro es un recinto amurallado de grandes dimensiones y forma trapezoidal, del que se conservan dos de sus lados y alguno de sus edificios interiores, como el situado en la fachada principal, de gran altura, con la planta superior almenada y un torreón adosado en su cara oeste. Ambas instalaciones fueron construidas a finales del siglo XIX por la empresa británica North West African Company cuando se estableció en esta zona en el año 1875 para comerciar con las tribus del Interior. 

El inglés Douglas Mackenzie, de la citada compañía, tenía un proyecto que se podría calificar de faraónico, mediante el cual, inundando con agua del mar las depresiones existentes en esta zona del Sahara, se podría abrir una vía navegable con la que se facilitaría el comercio con la región del interior que genéricamente se denominaba el Sudán oeste. Hay que tener en cuenta que unos años antes, en 1869, se había inaugurado el canal de Suez, con lo que este tipo de proyectos estaban en boga.

Lógicamente este proyecto no se llevó a cabo, pero Mackenzie firmó un acuerdo con el jeque local, Mohamed ben Beiruk, por el que se le autorizó a establecerse en la zona que el británico consideraba más favorable, el arrecife situado al sur de Cabo Juby, que ofrecía resguardo para las embarcaciones que materializarían este comercio. Inicialmente la factoría consistió en un barracón de madera construido el año 1879 que recibió el nombre de Port Victoria. 

Pronto este asentamiento despertó las reticencias del Sultán de Marruecos quien, pese a que su frontera se encontraba muchos kilómetros más al note, en el rio Draa, veía en las actividades comerciales de Mackenzie una competencia peligrosa para su propio comercio exterior. 

De inmediato empezaron las presiones mediante sobornos y amenazas a los posibles proveedores locales y finalmente, mediante un ataque directo, supuestamente ejecutado por incontrolados, se incendió y destruyó el primitivo edificio de madera. 

La compañía decidió continuar a pesar de las dificultades y para ello inició la construcción de los dos edificios que se conservan. El del arrecife, denominado por los ingleses como «El Castillo», actualmente conocido como «Casa Mar» y la factoría, situada en tierra firme.

 «Casa Mar», con una superficie de seiscientos metros cuadrados y dos plantas, fue construida por albañiles canarios con piedra traída de Lanzarote y cemento de Inglaterra. Disponía de unos depósitos de agua metálicos con capacidad para subsistir durante nueve meses. En la parte superior, de superficie plana, se asentó una batería de artillería para su defensa y apoyo a los edificios de la orilla. Además, se construyó un muelle para facilitar la carga y descarga de las mercancías. 

En la costa, donde ya se había construido una residencia permanente el jeque Bairuk, se levantó un edificio para la factoría, de planta cuadrada con dos niveles y un torreón adosado en la esquina sur. Los muros, según la descripción británica, tenían un grosor en su base de más de un metro (cuatro pies) y estaban pensados para resistir un ataque de agresores que lógicamente no dispondrían de artillería. Finalmente se construyó un muro perimetral que abarcaba la vivienda del jeque, el edificio de la factoría y otros edificios menores con los que se completó la instalación mercantil. En la esquina sur del recinto se construyó un segundo torreón para completar el sistema defensivo, así como un cuerpo de guardia junto a la puerta principal. Todo ello comprendía una superficie de aproximadamente once mil metros cuadrados. En el edifico principal, además de los almacenes y dependencias administrativas se habilitaron alojamientos para el personal de la empresa, que se repartía entre los dos edificios. El año 1888 una delegación belga visitó la factoría con la finalidad de firmar un acuerdo con los ingleses y montar allí un hospital de la Cruz Roja, situado a medio camino entre la colonia de El Congo y la metrópoli, proyecto que al final no se materializó.

Esta situación permaneció más o menos inalterable hasta el año 1895, en que la compañía vendió la factoría al Sultán de Marruecos por 50.000 libras en oro y la obligación de abrir el puerto al tráfico marítimo. 

Desde ese momento no se conoce la actividad de Port Victoria hasta los acuerdos franco-españoles firmados el 27 de noviembre de 1912, por los que se asignaron a España dos territorios: el Norte, conocido como el Marruecos Español y el Sur, también conocido como Cabo Juby, su capital, en la actual provincia marroquí de Tarfaya. Este último estaba comprendido entre el río Draa, límite sur del protectorado francés, y el paralelo 27 º 40’, límite norte del Sahara español. 

En el consejo de ministros de 18 de julio de 1914 se decidió la ocupación española de Cabo Juby, por lo que se encargó al entonces comandante Francisco Bens Argandoño, comandante militar de la colonia de Rio de Oro, que organizara una expedición con dicho fin. Para ello se le asignó una fuerza consistente en 31 clases 4 de tropa al mando de un teniente y un oficial médico. Desgraciadamente, motivos políticos debidos al desencadenamiento de la Primera Guerra Mundial y la presencia de un crucero alemán en el Rio de Oro, desaconsejaron la ausencia de Bens de la colonia. Finalmente, tras solicitar Bens un incremento del contingente, como consecuencia de un viaje de reconocimiento que realizó por tierra a Cabo Juby en este periodo, básicamente armamento, trasmisiones y un oficial de ingenieros, el 27 de junio de 1916 zarpó la expedición desde el Rio de Oro hacia Cabo Juby a bordo del vapor «Fuerteventura», arribando el 29 de este mes. 

Al incorporarse al nuevo territorio, su primera labor fue desalojar a los elementos locales que ocupaban los edificios y poner en uso las instalaciones que se encontraban en estado de abandono e invadidos por la arena y dejar los edificios en condiciones mínimas de habitabilidad. La fuerza presente en Cabo Juby a principios de 1917 era de tres oficiales, tres suboficiales y sesenta y cuatro de tropa. Las instalaciones eran claramente insuficientes para este contingente, por lo que se hizo un proyecto con un plazo de ejecución de treinta meses que fue dotado económicamente por el mando. Pero en diciembre de 1925, cuando fue cesado el coronel Bens, estas obras se encontraban todavía en ejecución y su sucesor, teniente coronel Guillermo de la Peña, solicitó el envío de cuatro barracones de madera para poder alojar a un contingente de ciento veinte soldados, más los mandos correspondientes. 

Con el tiempo las instalaciones se fueron mejorando y a los edificios originales se añadió una enfermería en la esquina este, un edificio de grandes dimensiones en el interior del recinto y adosado al muro sureste destinado a alojamiento, barracones de madera, pequeños edificios auxiliares y como dato curioso, un cine de grandes proporciones en el exterior. También se reforzaron y elevaron los muros y se construyó una tercera torre en la esquina este, junto a la enfermería.

En el año 1923 se estableció en Villa Bens la compañía francesa Aeropostal construyendo un gran hangar como punto de apoyo para la ruta Toulouse-Casablanca-Dakar, que luego se extendió hasta Sudamérica. Su representante entre 1927 y 1929 fue el piloto y escritor francés Antoine de Saint Exupery, al que se ha dedicado un museo en la localidad y que en aquel periodo escribió su obra «Correo del sur». En 1928 España destinó a estas instalaciones de Villa Bens de forma permanente una escuadrilla de seis Breguet XIV con una unidad de apoyo y seguridad que constituyeron el primer embrión de la aviación sahariana. La unidad estaba mandada por el entonces comandante Hidalgo de Cisneros, que durante la Guerra Civil sería el jefe de la aviación republicana. 

El 27 de julio de 1926 se crea la Mía Nómada de Cabo Juby, compuesta por tres secciones o "farkas", con oficiales y suboficiales españoles y soldados nativos, 5 aunque esta estructura no se llegó a completar hasta años más tarde. Sus misiones eran las de auxilio y rescate de pilotos que tenían que realizar aterrizajes forzosos en el desierto o barcos que naufragaban en la costa, para evitar que fueran expoliados o secuestrados por las bandas de nativos incontrolados. También ejercieron funciones de policía y de control de frontera. Esta unidad fue el inicio de las futuras unidades de Tropas Nómadas saharianas. 

A principios de noviembre de 1957 se iniciaron las agresiones del llamado «Ejército de Liberación Marroquí» contra los territorios españoles. España reaccionó enviando fuerzas para reforzar las escasas unidades de las guarniciones permanentes. En el caso de Villa Bens se decidió el envío de la II Bandera de la Legión, de guarnición en Tauima, al mando del comandante Florencio Apellaniz. La Bandera fue reforzada con compañías expedicionarias de Canarias, Tiradores de Ifni, Policía Indígena y apoyos. Realizó el movimiento por vía aérea a partir del 5 de noviembre en aviones DC-3 del Ala 35 en sucesivas rotaciones hasta el aeródromo de Villa Bens. El día 15 fue revistada por el Comandante General del África Occidental Española, el laureado teniente general Mariano Gómez-Zamalloa. El envío de fuerzas incluyó el despliegue de una unidad de Caballería del Regimiento Húsares de Pavía dotada de carros ligeros M-24 recientemente entregados por Estados Unidos a España. La Bandera fue alojada en tiendas cónicas llegadas el día 20, con las que se montó un campamento al noreste de la población dada la imposibilidad de hacerlo en el fuerte. Durante el conflicto, que no afectó a este territorio, la Bandera participó en diferentes operaciones orientadas hacia el sur cubriendo posiciones en Daora y Hagunía y realizando recorridos de control en la zona. Llegado el mes de octubre, la Bandera recibió la orden de dejar Villa Bens y trasladarse a el Aaiún para incorporarse definitivamente al Tercio Don Juan de Austria. 

El 1 de abril de 1958 se firmó el Acuerdo de Cintra por el que se puso fin al conflicto. En virtud de dicho acuerdo, España entregó el Protectorado Sur a Marruecos. A las 15.30 del 19 de mayo se arrió la bandera española y se izó la marroquí, finalizando cuarenta y dos años de presencia española en Villa Bens. Los detalles y los incidentes de esta entrega serían materia suficiente para otro artículo. Actualmente y con el nombre de Tarfaya, Marruecos intenta promocionar turísticamente la ciudad, aprovechando el hecho de ser el punto de la costa más próximo a las islas Canarias. De la presencia española se conservan la Casa Mar, en estado de ruina, el fuerte parcialmente conservado y ocupado por la Gendarmería y las ruinas del cine. Del aeródromo no queda ningún vestigio.

* Publicado en el décimo boletín de la Academia de las Ciencias y las Artes Militares.

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SANTIAGO APÓSTOL PATRÓN DE ESPAÑA... y de su CABALLERÍA

Santiago Santos Sánchez

Vicepresidente de la Hermandad de Veteranos Inmemorial del Rey


El 20 de julio de 1846 se designó al Apóstol Santiago patrón del Arma de  Caballería, cuya proclamación fue posteriormente ratificada el 20 de julio de 1892.

Y para honrar a la Caballería en el día de su Patrón, qué mejor que recordar una de sus gestas más heroicas, cuyo centenario estamos celebrando en estas fechas, que ponen de manifiesto su aguerrido amor a España y su espíritu de compañerismo que les obliga a no dejar abandonados a sus compañeros.

El Regimiento de Caballería Alcántara fue creado por el rey Felipe IV en 1656 y, desde su fundación ha participado en innumerables conflictos bélicos, pero su prestigio le viene dado por su comportamiento en el llamado “desastre de Annual”.

Agotados todos los recursos de la defensa se ordenada la evacuación, la guarnición de Igueriben comienza el día 21 su retirada hacia Annual. De los cerca de 300 hombres de Igueriben, solo sobreviven 33.

La situación en Annual era insostenible, las líneas de abastecimiento cortadas, la munición escasa y enormes dificultades para conseguir la aguada, la tropa se mantenía a la espera de refuerzos.

Al conocer los detalles de la caída de Igueriben, el desaliento y la decepción hacen presa en la tropa.

El día 22 se ordena la evacuación con la orden de reunirse posteriormente en Dar Drius. La retirada se transforma en una caótica huida.

  Se ordena al Regimiento Alcántara cubrir la retirada, los 700 jinetes  realizan innumerables cargas con el fin de proteger a sus compañeros  que, en su alocada huida eran ametrallados desde las alturas circundantes. A la vista de lo que estaba sucediendo, el Teniente Coronel Fernando Primo de Rivera y Orbaneja, jefe accidental del Regimiento, y siendo consciente de la inferioridad en la que se encontraban, arengó a sus subordinados diciéndoles que «había llegado la ocasión de sacrificarse por la Patria». Envío pequeños grupos para alejar las posiciones enemigas, evitando el enfrentamiento directo y así permitir el avance y acompañamiento de los supervivientes de Annual hasta llegar a Ben Tieb, donde dejaron a los heridos.

El día 23 fue el día más duro para la unidad. El Regimiento tuvo que dirigirse a dar protección a las distintas columnas que estaban desplegadas por la zona. Los 700 jinetes se dividieron por secciones para dar una amplia cobertura y participar en todas las retiradas que se produjeran hasta llegar a Dar Drius.

Una de las primeras columnas en ser atacada fue la de Cheif, del Regimiento Melilla nº 59. En su ayuda acudió el Teniente Coronel Primo de Rivera que salió con los Escuadrones al galope haciendo varias cargas, llegando al cuerpo a cuerpo. A pesar de las muchas bajas producidas llegaron a Dar Drius.

Pocos minutos después salió una Sección a proteger el repliegue de varias posiciones que estaban siendo hostigadas con abundante fuego de fusilería.

En el rio Igan se quedaron atascados algunos vehículos que fueron tiroteados por lo que se ordenó proteger el camino de este convoy después de las cargas que ya se habían realizado. Cuando llegaron al rio vieron como los vehículos (la mayoría ambulancias) habían sido destrozados y sus conductores asesinados. Tras conocer el destino de sus compañeros, protagonizaron una nueva carga.

Cuando regresaban a Dar Drius, vieron como la ciudad estaba ardiendo y una nueva operación les fue encomendada.

Esta nueva misión era dar protección a la última columna de supervivientes en su marcha a Monte Arruit, que se vio seriamente comprometida cuando los rifeños tomaron posiciones al otro lado del rio Igan, desde donde atacaban a la columna que se retiraba. Ante esta situación recibieron la orden de cruzar el rio y acabar con los rebeldes. Sabían que era una misión imposible pero, y a pesar con contar con una fuerza sensiblemente inferior a los enemigos, el Alcántara cabalgó contra ellos, sabiendo que posiblemente morirían en el empeño, pero no fue motivo que les importara.

Se calcula que, después de  estos combates, murieron cerca del 80% de los miembros del Alcántara y un 12% fue capturado.

Estos hechos de heroicidad y valor les han hecho acreedores de la Cruz Laureada de San Fernando, en su categoría de colectiva.

El teniente coronel Primo de Rivera y Orbaneja murió en la defensa de Monte Arruit el 6 de agosto de 1921, como consecuencia de la herida producida por un casco de granada de la artillería enemiga que le hirió en un brazo que tuvieron que apuntar sin anestesia por carecer de la misma. Se le concedió la Cruz Laureada de San Fernando por su heroica actuación en el desastre de Annual.

* Publicado en la revista “Desde la Puerta del Sol” el 25 de julio de 2021.

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¿ESTAMOS ANTE UNA NUEVA ETAPA HISTÓRICA EN EL DESARROLLO DE LA HUMANIDAD? *

Santiago Santos Sánchez

Vicepresidente de la Hermandad de Veteranos del Inmemorial del Rey


Los clásicos nos dicen que: “conocer nuestro pasado, nos ayudará a entender el presente y el futuro”.

Una pequeña revisión de la Edad Contemporánea, iniciada en los albores de la Revolución Francesa, pone de manifiesto que está siendo un periodo, como mínimo, convulso.

Durante esta etapa, la humanidad ha padecido dos guerras mundiales, la gran depresión de los años treinta se ha consolidado el sistema capitalista y han aparecido, como cuarto poder, los medios de comunicación masivos que llegan a los últimos rincones del planeta y ponen de manifiesto las grandes diferencias entre los distintos estilos y modelos de vida de los países desarrollados y la miseria de los países menos favorecidos. Parece ser que, ahora que la humanidad ha alcanzado las mayores cotas de riqueza y bienestar, existe una incapacidad para repartirla. La Revolución rusa intento difundir su ideología, aparentemente igualitaria, por todo el mundo con los resultados conocidos por todos.

Como nos recordaba Alvin Toffler en su libro “El shock del futuro”, la característica fundamental de esta Era, es la velocidad vertiginosa a la que se están produciendo los cambios, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX; la humanidad ha visto como cosas que parecían inalterables cambiaban con sorprendente rapidez, lo que antes se tardaba en cambiar varias generaciones, ahora cambia en pocos años. Sobre todo, es la tecnología la que está consiguiendo estos avances espectaculares que tienen una indudable repercusión tanto a nivel individual, como a nivel general. Este desarrollo tecnológico produce un desfase entre los conocimientos técnicos y los conocimientos acerca del ser humano. Cada día sabemos algo más de lo que está pasando en otras Galaxias, pero sin embargo el desarrollo de las ciencias que se ocupan del estudio del hombre y sus circunstancias, no están progresando con la misma intensidad que lo hacen los extraordinarios avances tecnológicos.

Estas graves contradicciones son las que pueden dar lugar a esa insatisfacción puesta de manifiesto en muchas manifestaciones, con comportamientos muy agresivos, al no encontrar respuesta a sus demandas básicas.

Son numerosos los estudios que sugieren que la degradación que estamos sufriendo, está originada por la pérdida, o más bien, por el trastoque de los valores tradicionales de la civilización occidental, imperante en la mayoría de los países más desarrollados, que hunde sus raíces en la fusión de la cultura greco-romana con la tradición judeocristiana, sin olvidar las aportaciones de la Ilustración.

Algunos de los valores tradicionales como el trabajo, entendido como fuente fundamental del desarrollo personal y profesional, la libertad, el deseo de superación, la educación, la solidaridad… en definitiva, aquellos que han hecho posible el progreso de la sociedad occidental; parece ser que están siendo sustituidos por esos otros contravalores imperantes: el dinero y el poder.

El dinero siempre ha tenido una especial importancia, no cabe duda de que sin dinero la vida se hace más complicada, pero desde que se dijo que el objetivo era “maximizar el beneficio” pasó a ser el fin último de gran parte de la sociedad. Con frecuencia olvidamos que el beneficio no es un fin en sí mismo, es un medio necesario, pero solo un medio, no un fin.

El poder, a lo largo de la historia ha ejercido una gran atracción para algunos personajes que han hecho de su posesión, su razón de ser. El poder por el poder se puede convertir en un arma tremendamente peligrosa ya que borra cualquier atisbo de contención ante las aspiraciones del poderoso; ante él nada se interpone, no necesita justificarse por descabellada que sea su idea y, a pesar de las graves consecuencias que pueda producir en los demás.

Aunque estos dos contravalores pueden ser causantes de parte de la situación que nos ha tocado vivir, no creo que sean los únicos responsables. Seguramente habrá más: corrupción, relativismo, permisividad, hedonismo, consumismo…

Frente a esta situación que estamos viviendo y la confusión generada ante estos hechos, algunos difícilmente explicables, ¿es posible que nos estemos enfrentando a una nueva Era de la humanidad?

¿Cuáles serán los valores imperantes en esa nueva etapa?

Si no tenemos claramente definido que, nuestro objetivo vital o visión es el que determina cuales han de ser esos valores que nos ayudarán a conseguir nuestra razón de ser; tendremos que sopesar cual es nuestra razón de ser en la vida. A lo mejor somos, lo que no quisiéramos ser.

Si consideráramos “ser feliz” como nuestro objetivo vital, seriamos más felices y… haríamos más felices a los demás.

* Publicado en la revista Palabra Culta y Buenas Costumbres del mes de febrero 2021

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