«Algunos Héroes Olvidados», conferencia de Santiago Santos
El capitán general Bernardo de Gálvez
El pasado 12 de febrero se celebró en el capitalino centro municipal Mingote, en la calle Vallehermoso, una conferencia que sabíamos de antemano la sonora repercusión que iba a tener, no tanto por la personalidad de la figura histórica homenajeada, Bernardo de Gálvez, desconocido para la mayoría, como por la fama del conferenciante, Santiago Santos Sánchez. Efectivamente, fue un éxito de público, pues se completó la sala destinada al efecto e hizo falta añadir más asientos, siendo aún insuficientes, por lo que unos cuantos espectadores seguimos de pie el dictado del orador, que duró tres cuartos de hora, como tiene estipulado por su saludable costumbre de procurar erudición sin empalagar y de instruir y entretener sin demoler a la audiencia.
La didáctica y provechosa charla de Santos reunió a 80 personas, de las que 13 éramos compañeros suyos de la Hermandad de Veteranos del Regimiento de Infantería «Inmemorial del Rey» nº 1, con el presidente Enrique Botella a la cabeza, que llegamos pronto y trincamos plaza como fieles y aguerridos hijos del ínclito Marte, y también como gentiles caballeros cedimos nuestros sitios a las damas que llegaron cuando la escasez de espacio hizo que las sillas libres se estuvieran subastando al mejor postor.
Una vez superados los enredos de las carreras por acoplar al público y conseguir un bafle con micrófono (al activarse, el público profesional exigió «un poco más de agudos»), el viejo profesor de la Escuela de Organización Industrial (EOI), que también fue empresario y estudió la carrera de Márquetin y Gestión Comercial en ESIC, inició su trámite discursivo sin andarse con rodeos. Por supuesto, apoyado como un solo hombre por los veteranos, que cerramos filas en torno al vicepresidente y al final ovacionamos merecidamente su superior magisterio. En el lance también contó con el apoyo presencial de su mujer y la responsabilidad añadida de procurar la nota más alta ante el juicio implacable de sus dos simpatiquísimas nietas mayores (tienen tres hijos, cuatro nietas y dos nietos).
Bandera del Inmemorial
Hay que decir, antes de nada, que en todas sus prédicas Santiago, en nombre de los veteranos del Inmemorial, da siempre relumbre al Regimiento de infantería que nos cobija como una madre primeriza y al que él venera resaltando sus virtudes militares a lo largo de su historia y mostrando sus hazañas, héroes, símbolos y tafetanes en cada actuación pública en que interviene.
Y debemos añadir que esta disertación de Santiago Santos, al igual que las precedentes que lleva impartiendo en loor de multitudes desde hace unos años, es una labor encomiable, poco agradecida y menos aún reconocida –salvo a la hora de los aplausos del público, el mejor de los premios–, que requiere preparación y exige un importante esfuerzo documental y dotes de lúcido comunicador, además de demostrar destreza, conocimiento y preparación. De todo ello, Santiago anda sobrado. Es una pena que no goce de un altavoz mediático que haga llegar su mensaje más rápido, más alto, más fuerte (Citius, altius, fortius), incluso más lejos y a todos los rincones de la sociedad, pues sus conferencias están motivadas por su pulsión de refrendar la verdad de los hechos históricos y desmontar la Leyenda Negra –«que los españoles asumimos como santa palabra», dijo Santiago– y tanto daño ha hecho a la historia de España.
No está solo en esta cruzada, que es personal pero también colectiva, pues le arropamos todos cuantos entendemos que el oprobio de la maldita leyenda obedece a la maledicencia histórica alimentada no sólo por la Pérfida Albión y otras potencias que envidian nuestro antaño poder imperial, donde ni se ponía el sol ni se esperaba que algún día declinase, sino también por la grey progre, terraplanista y woke de moda, aliada con los eternos enemigos internos, en especial periféricos y centrífugos, que han puesto en almoneda la refulgente historia de nuestro país y la aún más brillante de sus ejércitos.
Afortunadamente, en pleno siglo XXI, la olvidada figura de Bernardo de Gálvez está siendo recuperada en la memoria colectiva gracias al esfuerzo por pregonarlo de españoles como Santiago Santos con sus conferencias o el artista Augusto Ferrer-Dalmau con sus pinturas –La Marcha de Gálvez (2018)–, y al otro lado del Atlántico, por la administración estadounidense, que siempre ha rendido homenaje a sus héroes nacionales, pues como tal considera a Gálvez.
La figura de Bernardo de Gálvez
El celebrante se dirigió a sus feligreses desde el púlpito municipal para deleitarnos con una precisa y bien articulada homilía titulada: «Algunos héroes olvidados: Bernardo de Gálvez», dedicada al capitán general del ejército de operaciones en América, el héroe de Pensacola y virrey de Nueva España cuya contribución militar fue fundamental para afianzar en el siglo XVIII el dominio hispano en ultramar, contrarrestar la expansión inglesa y contribuir decisivamente a la independencia de los Estados Unidos.
No era esta la primera vez que Santos precisaba datos sobre la figura de este militar que fue un gran héroe español, pues es materia señalada en sus disertaciones sobre «La expansión territorial y cultural de España en América». Pero nunca hasta ahora había dedicado una sesión monográfica a tratar su destacada figura histórica, desconocida para la mayoría que no milite en el gremio castrense.
—Bernardo de Gálvez era un perfecto desconocido para mí hasta hace ocho o diez años, cuando se realizó una exposición sobre su figura en la Casa de América.
Así pues, armado con la cota de mallas de su erudición, una lanza en forma de puntero láser y el micrófono ejerciendo de escudo, el autor se lanzó a desgranar la biografía cargada de aventuras y heroísmo del militar español que vivió durante la segunda mitad del siglo XVIII. Recordando las fechas clave del protagonista, perteneciente a una familia noble andaluza, dio comienzo Santiago su disertación.
—Nació Bernardo de Gálvez y Madrid en 1746, en Macharaviaya (Málaga), y murió en 1786 en el virreinato de Nueva España [actual capital de México], un año después de ser nombrado precisamente Virrey.
Santos señaló que fue un destacado militar y administrador colonial que jugó un papel crucial en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos. Aunque antes, en plena adolescencia, tomó parte en la campaña de Portugal, durante la Guerra de los siete años, donde ganó mucho crédito por su valor. Fue su bautismo de fuego.
—Desde muy joven mostró unas habilidades excepcionales como estratega, como demostraría en su etapa americana. A la temprana edad de 16 años y en el territorio luso adquirió experiencia en campaña, lo que le serviría para afrontar los retos de su larga carrera militar.
En el año 1774 ingresó en la Real Academia de Ávila, fundada por el general Alejandro O’Reilly para perfeccionar la formación de los oficiales con altas capacidades y proyección de futuro, y tres años después fue destinado a la misma como profesor, donde permaneció un año. Santos señaló los antecedentes militares del protagonista de su charla, pues su padre, Matías de Gálvez y Gallardo, fue gobernador de la fortaleza costera de Palo Alto, en Tenerife, e inspector de milicias en la Capitanía General de Guatemala, donde alcanzó el empleo de capitán general. Su tío José de Gálvez y Gallardo, marqués de Sonora, fue visitador del virreinato de Nueva España, miembro honorario del Consejo de Indias y fundador de la Real Compañía de Filipinas, en 1785, que creó con la pretensión de fomentar el comercio con el archipiélago gracias al Galeón de Manila y hacer de la capital asiática un puerto franco.
—Su tío fue su principal valedor en todo cuanto emprendimiento inició Bernardo y éste le brindó su apoyo en las campañas americanas cuando ocupaba el cargo de inspector general de la Nueva España.
Destacó el ponente en la proyección de imágenes un óleo del padre en el que aparece asiendo una carta en la mano. Espoleado por la curiosidad de lo que pudiera contener el texto, Santos buceó en archivos documentales hasta dar con la respuesta y transcribir lo redactado:
«Querido hijo Bernardo: La felicidad de tus conquistas se la debes a Dios, y tus adelantamientos al Rey; sé pues agradecido a ambas Majestades para contar con la bendición de tu amante Padre».
Un ejército de «blancos», «pardos» y «morenos»
Santiago Santos preguntó retóricamente a la audiencia si no les parecía una carta entrañable y mencionó a continuación la llegada del militar en 1765 al virreinato de Nueva España, donde se incorporó al Ejército como capitán para ayudar a su tío José.
—El regimiento al que fue destinado, que tuvo varios nombres, es el actual «Inmemorial del Rey», aquí está la bandera coronela, en el que tuvo distintas profesiones de armas.
Cinco años después fue nombrado comandante en jefe de Nueva Vizcaya, en Chihuahua, donde se distinguió venciendo en los combates a los agresivos apaches a lo largo del río Bravo, que le provocaron numerosas heridas. Su intención era pacificar las regiones del norte de México, que abarcaba buena parte de los Estados Unidos para ir abriendo misiones y presidios en la frontera.
—Regresó de nuevo a la Patria en 1772 y tres años más tarde fue reclutado por Alejandro O’Reilly para acompañarle en la expedición a Argel. En mayo del 76 cruzó de nuevo el océano hasta Nueva Orleans, donde fue nombrado coronel del Regimiento Fijo de Luisiana y en julio ya era gobernador de Luisiana.
Indicó Santos los cinco siglos de americanos militando en el Ejército español como súbditos del reino, clasificados oficialmente en batallones por el tono de su melanina –lo que se llama la raza– y conocidos con los eufemismos de «blancos» (caucásicos), «pardos» (mestizos, mulatos, amerindios) y «morenos» (africanos).
¿Cómo estaba la España de la época?, se preguntó Santos. Y él mismo se respondió destacando la situación de la nación en el siglo XVIII, en plena Ilustración, cuando éramos potencia colonial del mundo acuciada por la rivalidad europea con otras potencias como Francia e Inglaterra y los conflictos de la época: la Guerra de Sucesión, la Guerra de los siete años y la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos. A lo que se unía la complejidad de las relaciones de España con sus colonias, dada la diversidad de pueblos indígenas, razas y culturas diferentes y los vastos territorios a administrar.
—Parece hoy un milagro que se pudiera controlar todo aquello. Esta situación era especialmente compleja en América del Norte, donde la tensión entre nativos americanos y colonos británicos desembocaba en continuos conflictos territoriales. No hacían como nosotros, mezclarse, de ahí el mestizaje; no tenían la empatía del español. Las relaciones con Inglaterra eran cada vez más tensas y esto desembocó en la revolución y en la búsqueda de la independencia, en la que potencias extranjeras como España y Francia se posicionaron a favor de los norteamericanos para debilitar a Gran Bretaña. Nos enseñaron que fue Francia la que ayudó a la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, con el general Lafayette, pero resulta que no, que fue mucho menor la ayuda francesa que la española, pero como somos así y no reconocemos nuestros méritos…
Al respecto, Santos mostró la imagen de un documento de Su Majestad –la España de Carlos III era enemiga de Gran Bretaña–, publicado en Madrid el año 1779, conservado en el Archivo General de la Nación Argentina, en el que se arenga a la población civil a hostigar a los ingleses:
«Real Cédula de S. M. en que manifestando los justos motivos de su Real resolución de 21 de Junio de ese año, autoriza a sus vasallos Americanos, para que por vía de represalias y desagravio hostilicen por mar y tierra á los súbditos del Rey de la Gran Bretaña».
El asedio de Pensacola
La intervención española en el conflicto fue fielmente relatada por Santiago Santos, que centró el protagonismo en su actor principal Bernardo de Gálvez. Alertados por los espías de la inminente invasión de Luisiana por los ingleses, Gálvez se adelantó hacia el Misisipi camino de Baton Rouge con un ejército formado por españoles, franceses, alemanes, libertos y esclavos para capturar los puertos británicos, alcanzando el puesto avanzado de Manchac, donde se libró la batalla del mismo nombre que marcó el inicio de la intervención española en la guerra.
—Pero fue en la batalla de Baton Rouge donde Gálvez demostró su liderazgo llevando a las tropas a la victoria y aplastando a los británicos, lo que supuso el control español del río Misisipi y la imposibilidad para aquéllos de atacar Nueva Orleans, punto vital para los refuerzos de españoles y estadounidenses.
Sin embargo, los ingleses contraatacarían en la Batalla de Mobile (Alabama) para recuperar esta ciudad en manos de las tropas españolas, lo que les puso a tiro Pensacola, en Florida. Gálvez atacó Pensacola con los norteamericanos en una compleja operación mandando fuerzas terrestres y marítimas, mientras la Armada española bloqueaba la llegada de armas y refuerzos para los ingleses.
El término «Yo solo» se acuñó cuando, por la peligrosidad que entrañaba la operación, la Armada se negó a meter sus barcos en la bahía y fue Gálvez el que se aventuró solo en el bergantín Gálveztown, lo que daría pie a que se aceleraran las hostilidades, hasta que se consiguió neutralizar las defensas británicas y Gálvez fue a por el último bastión, Fort George, con la fortuna de que un disparo de mortero alcanzó el almacén de la pólvora y la explosión causó la muerte de un centenar de soldados británicos, dándose por concluido el asedio.
El Tratado de París
En 1781, el general inglés Campell rindió Fuerte Jorge en Pensacola y las fuerzas británicas firmarían tiempo después en Yorktown las capitulaciones. Pensacola y todos los fuertes del Golfo de México, exceptuando San Agustín y Jamaica, izaron la bandera de la Corona española, que gracias a Bernardo de Gálvez había prestado una ayuda militar, económica y política indispensable para la revolución por la independencia norteamericana.
George Washington y Thomas Jefferson, a punto de que las Trece Colonias formasen los Estados Unidos de América, en 1781 (la guerra había comenzado en 1775), felicitaron a Gálvez y España recuperó los territorios de Nueva Inglaterra y la Florida, perdida igual que Menorca en la Guerra de los siete años. Un busto en Pensacola esculpido por el santanderino Eduardo Anievas en 1981 con la frase «Yo solo» al pie de la figura recuerda la hazaña del héroe español.
—El colofón vendría al año siguiente, en 1782, cuando los últimos reductos ingleses en el Caribe, es decir, Jamaica y las Bahamas, fueron recuperados por un ejército de 10.000 soldados al mando de Bernardo de Gálvez, que por sus hazañas sería nombrado gobernador y capitán general de Florida occidental, pues la colaboración de las fuerzas aliadas bajo su mando fue fundamental para el éxito militar de la contienda.
La pérdida de la colonia afectó gravemente a Gran Bretaña, que en septiembre de 1783 firmó el Tratado de París con Estados Unidos, con España y Francia de testigos. Mediante este compromiso se reconocía la independencia de los Estados Unidos y el derecho de España a la Florida, y como consecuencia del final de la guerra se sentaron las bases de los principios democráticos y los derechos individuales, a la vez que se inspiraba el movimiento independentista en América Latina.
—Bernardo de Gálvez regresó triunfante a España y recibió el título de Conde de Gálvez, así como la «Gran Cruz de Caballero de la Orden de Carlos III». Al año siguiente retornaría de nuevo a América como gobernador y capitán general de Cuba, y poco después sería nombrado Virrey de la Nueva España, además de seguir siendo gobernador de la Luisiana y las Floridas.
Gálveztown en Luisiana y Galveston en Texas
Santos afirmó que el legado de Gálvez sigue vivo en la historia de Estados Unidos simbolizando la unidad de la lucha por la libertad. El presidente George Washington, que en 1789 fue nombrado primer presidente de los Estados Unidos, le reconoció su valor y su contribución a la derrota británica, lo que fue ratificado dos siglos después, hace una década, por el presidente Barack Obama.
—Durante el desfile de la victoria celebrado en Yorktown, George Washington le invitó a participar cabalgando a su lado, y en 1783 se aprobó la colocación de un retrato suyo en la sala de fundadores del Congreso de los Estados Unidos. En 2014, fue nombrado Ciudadano Honorario por Obama, distinción que sólo se ha concedido a ocho ciudadanos en el mundo [los siete restantes son: Winston Churchill (1963), Raoul Wallenberg (1981), William Penn (1984), Hannah Callowhill Penn (1984), la Madre Teresa de Calcuta (1996), Marquis de Lafayette (2002), Casimir Pulaski (2009)] .
En el aspecto de los reconocimientos dedicados al militar, Santos señaló un colectivo estadounidense peculiar: la Asociación de Hijas de la Revolución Americana.
—Fundada en 1890 bajo el lema «Dios, Hogar y Patria», esta asociación, dedicada a la preservación de la historia estadounidense y a hacer homenajes a la memoria de sus héroes caídos, levantó en Texas hace un año, en marzo de 2024, una estatua de bronce del general Bernardo de Gálvez.
Afirmó también que como homenaje está en fase de proyecto la construcción de una fragata a la que la marina de Estados Unidos ha bautizado como USS Gálvez (FFG-67). Por otra parte, la ciudad de Gálveztown, en Luisiana, fue bautizada con su nombre por ser el capitán de la colonización llevada a cabo en 1776 por la autoridad española enviando ciudadanos canarios para repoblar el territorio.
—Pero la ciudad fue abandonada en 1810 por su aislamiento, la insalubridad y las inundaciones continuas, que hicieron inviable el asentamiento de los colonos.
Dijo Santiago Santos que otra ciudad del estado de Texas lleva el nombre de Galveston desde que fuera ocupada por las tropas de Bernardo de Gálvez en 1780, llamada antes por los franceses San Luis, desde 1686.
Mantener viva la llama del recuerdo
Se abrió el coloquio con un reconocimiento desde el público a lo acertado del título de la conferencia: «Algunos héroes olvidados», a lo que Santos matizó:
—Olvidados por España, porque ya vemos que los estadounidenses lo tienen muy presente, que hasta ha sido reconocido por los presidentes Obama y Biden, quien le dijo hace poco al Rey Felipe VI, en su visita a España: «No hubiéramos sido un país independiente sin vosotros», en referencia a Bernardo de Gálvez.
Los estadounidenses siguen rindiendo todos los años tributo a su historia y a los españoles en sus fiestas y desfile, «igual que aquí celebramos moros y cristianos», afirmó Santos. La última imagen de esta ilustrativa proyección fue la de las banderas española y estadounidense unidas sobre la figura de Bernardo de Gálvez en señal de la fusión de dos pueblos en un momento de la historia. Las cosas cambiarían con el tiempo y ya sabemos cómo acabó la fiesta un siglo después. Pero esa es otra película.
Tras concluir el acto del personaje que fue catalizador de la Independencia de Estados Unidos, amenazó el conferenciante a la audiencia con que su próximo reto, previsto para los meses de marzo y abril, será relatar la vida y milagros de otros héroes olvidados: Blas de Lezo y Alejandro de Farnesio.
Una vez disuelta la asamblea volvieron las sillas a los lugares de donde fueron requisadas previamente y el grueso de la tropa de veteranos del Inmemorial allí presente se reunió de nuevo en un bar cercano para celebrarlo con abrazos y birras.
Enhorabuena al vicepresidente Santiago Santos por su contribución a mantener viva la llama de la memoria en defensa de los grandes hombres que deliberadamente han sido proscritos de la historia de España.
Primitivo Fajardo (14-02-2025)