El jueves 26 de septiembre de 2024 ha pasado a ser fecha sobresaliente en el recuerdo colectivo de la Hermandad de Veteranos del Regimiento de Infantería «Inmemorial el Rey» nº 1, pues se cumplió otra de las misiones previstas para este año en el plan de acción de la Junta Directiva: visitar el Museo de Intendencia del Ejército de Tierra –del que hablamos en el presente artículo– y la Escuela Nacional de Policía (ENP) –de la que daremos cuenta en la próxima e inmediata entrega–, ambos establecimientos ubicados en pleno centro histórico, el primero, y el segundo en los aledaños de la milenaria ciudad de Ávila, capital de la provincia homónima cuyo maravilloso y medieval perímetro amurallado –del siglo XII– sirvió de extraordinario lienzo de fondo para el almuerzo que tras las visitas llevó a cabo la Hermandad en el restaurante «4 Postes», sito precisamente junto al mirador del monumento así titulado, donde culminó con el deleite de la andorga tan interesantísima jornada cultural.
Por ello, nunca me cansaré de resaltar el agradecimiento que los participantes, en número de 36 en esta ocasión, debemos a los organizadores, la Junta Directiva, delegada esta operación en el presidente Enrique Botella García-Lastra y en el vocal Francisco Carpena Pérez, cuyo eficaz trabajo nos ha llevado a vivir otra experiencia impagable, una más de las acometidas por la Hermandad desde su fundación en 2016. De la plana mayor de los veteranos, echamos de menos en esta excursión al vicepresidente Santiago Santos Sánchez y al vocal Manuel Retama Cabezas.
Recepción en el Palacio de Polentinos
Al pie de la muralla, los veteranos del Inmemorial fuimos recibidos por los tenientes José Joaquín Parrón Álvarez y Alfonso Domingo Gimeno, responsables del Museo de Intendencia, que, atravesando por una de las grandes puertas de la cerca militar románica de Ávila, pericardio del corazón abulense, condujeron a pie al grupo hasta el Palacio de Polentinos, también conocido como Casa de los Contreras, edificio de estilo plateresco de principios del siglo XVI que constituye un magnífico ejemplar de la arquitectura civil del primer Renacimiento español.
Ejecutado en sillería y mampostería de granito, llamativos resultan sus muros por la ornamentación, especialmente de la portada de marcado aire militar, con los escudos de armas del linaje de los Contreras y una potente barbacana, más decorativa que otra cosa. Asimismo, son reseñables los medallones en los dinteles del patio central cuadrangular de estilo italiano, rodeado de galerías acristaladas que sostienen escudos tallados que se apoyan en columnas con fustes monolíticos, basas áticas y capiteles dóricos.
En este magnífico patio se retrató para la posteridad, con el orgullo de raza de pertenecer al regimiento más antiguo del mundo, la grey de veteranos del Inmemorial; y lo mismo hicimos ante la espectacular portada del recinto. En el interior, algunos miembros posaron tocados con un sombrero mosquetero en un escenario del siglo XVI recreado a propósito para señalar el entorno de trabajo administrativo de los intendentes del Ejército.
En tan espectacular y cinematográfica localización, los excursionistas fuimos recibidos por el coronel de intendencia Víctor Manuel Sáez Díez, director del Archivo General Militar de Ávila, acompañado de los tenientes Parrón y Domingo, que ofrecieron un piscolabis con que resarcir del madrugón correspondiente a los recién llegados desde Madrid y distintos puntos cardinales de la península. En este comedor, presidido por un óleo de Su Majestad el Rey Felipe VI ataviado con el uniforme de capitán general del Ejército de Tierra, como muestra de agradecimiento, el presidente de la Hermandad, coronel Botella, entregó al coronel Sáez Díez la bandera de mochila del Regimiento y el dietario diseñado por el general Juan Bosco Valentín-Gamazo, presente en el acto, editado con motivo del VI aniversario de la Hermandad.
El Museo de Intendencia
De la mano de los tenientes Parrón y Domingo, los visitantes nos dividimos en dos grupos para recorrer las instalaciones del Museo de Intendencia, que recibió el año pasado la visita número 500.000, desde su estreno en julio de 2011, inaugurado por el actual monarca, entonces Príncipe de Asturias, para conmemorar el primer centenario de la institución. Este de Intendencia es un museo diferente, llamativo y poco conocido que nos mostró buena parte de sus secretos a los veteranos del Inmemorial. Según Parrón, autor de los extraordinarios dibujos que ilustran buena parte del recorrido por la muestra, esta magnífica mansión, diseñada por el arquitecto Vasco de la Zarza –autor del sepulcro del famoso «El Tostado» de la catedral de Ávila– fue levantada en la primera mitad del siglo XVI para la importante familia castellana del conde de Contreras, a quien perteneció hasta principios del XVIII.
El recinto pasó años después a ser propiedad del conde de Polentinos, hasta 1882, que se lo vendió al ayuntamiento de la capital, que a su vez lo donaría al Ejército en 1917 (la carta de entrega del edificio consta en una vitrina del museo). El palacio cobija hoy el Museo de Intendencia Militar, pues fue sede de la Academia del Cuerpo de Administración del Ejército de Tierra desde 1875 hasta 1911, y desde esta fecha hasta su conversión en Archivo Histórico Militar, en 1993, fue la Academia del Cuerpo de Intendencia. En una de las fachadas del propio patio porticado hay una placa en mármol, escrita en versales, que relata este devenir desde el siglo XIX.
Para entrar en materia, he mirado lo que la Real Academia Española dice sobre el término «intendencia». En su acepción quinta, la define como «Cuerpo de oficiales y tropa destinado al abastecimiento de las fuerzas militares y a la distribución de los campamentos o edificios en que se alojan». Lo encuentro acertado. Efectivamente, es una palabra de marcado carácter militar que tiene su homóloga en la vida empresarial en la socorrida «logística», término que define una profesión que no existía hace cincuenta años y que hoy es imprescindible. La logística es en las empresas la responsable de hacer llegar cada producto al lugar determinado, en el momento oportuno y al menos coste posible. La intendencia lleva siglos haciendo eso en el ámbito castrense.
Que se lo pregunten a don Diego Rodríguez de Silva Velázquez, genial pintor de la corte de Felipe IV que, aparte de su arte barroco y de las obras inmortales que nos legó, ejerció innumerables tareas palaciegas con responsabilidades del más alto rango durante tres décadas, en la primera mitad del siglo XVII. Esta es una faceta poco conocida del sevillano universal que un amigo mío descubrió hace veinticinco años y plasmó en un libro magnífico sobre esta faceta del artista, que también fue un experto en la organización burocrática estatal, reconocido por su eficacia en el estricto control de la contabilidad y la administración. Como aposentador de palacio, la responsabilidad de Diego Velázquez fue preparar y supervisar todos los traslados del Rey con su tropa, organizar el transporte y alojamiento del séquito y asegurar los suministros, lo que le trajo no pocos dolores de cabeza. Y todo debía realizarlo al menor coste posible. Sin duda, Velázquez fue un maestro del lienzo, pero también un auténtico logístico. Un grandísimo intendente que debería tener un rinconcito dedicado en este noble y recoleto centro museístico de Ávila.
Recorrido temático
La colección museográfica que sobre este asunto alberga en sus entrañas el palacio de Polentinos cuenta en la actualidad con una exposición permanente de 220 fondos dispuestos a lo largo de las seis salas que rodean el patio del palacio. Aquí se contiene todo lo necesario para mostrar al atento visitante la evolución en España de la intendencia militar –que alguien definió como «ese arte sin gloria»–. La mayoría de los fondos procede de la antigua Academia de Intendencia y del Museo del Ejército, así como por donación o depósito de particulares.
En la primera sala de la exposición, en un aula presidido por un óleo del célebre pintor de batallas Augusto Ferrer-Dalmau, referido a las guerras del norte de África y titulado «Sangre por agua», el teniente Parrón proyectó un audiovisual que explicaba de manera amena y didáctica la historia del Cuerpo de Intendencia y sus principales misiones, complementado con el relato sucinto que dio el propio teniente de los trabajos de la intendencia militar en los siglos XVIII a XX, señalados sobre un gran panel que recrea en formato cómic, pintado por él mismo, el tapiz renacentista titulado «La revista de las tropas en Barcelona», de mediados del siglo XVI, que muestra la labor de los contadores de tropa, antecesores de las unidades administrativas de intendencia.
A lo largo de la Edad Media, los ejércitos fueron fuerzas organizadas y pagadas por cada monarca para proteger o aumentar sus dominios. El acopio y suministro de víveres, la organización de las columnas para su transporte, la recaudación de tributos, la recogida y distribución del botín, la atención a los heridos y el recuento de hombres antes y después del combate, eran tareas a desarrollar por alcaides, almojarifes, mayordomos, senescales, cuadrilleros, guardadores, claveros, comendadores, contadores y tesoreros. Varios dibujos de Parrón de soldados de época ilustran el recorrido de este museo que nos descubre el sacrificado y desconocido trabajo de los intendentes militares.
Un gran cambio en la organización militar se dio con los Reyes Católicos al crear los primeros ejércitos estables. En sus iniciales ordenanzas se establecía que un contador y un veedor de cada compañía debían confeccionar la nómina, un libro en el que se registran todos los hombres de armas, una vez realizadas las «Muestras» correspondientes al año. En dichas Muestras, todos los miembros de la tropa debían acreditar con su presencia que estaban «vivos y efectivos». Esto les daba derecho al cobro de la soldada, que debía ser «en buena moneda», es decir, en plata o en oro.
Frases militares
Entre los siglos XVI y XVII, dada la dimensión del imperio, los ejércitos españoles continuaron presentando esta fórmula, si bien se adaptaron al alejamiento geográfico de las fuerzas combatientes y al aumento considerable del número de soldados. La constante falta de financiación llegó a veces a tal punto que se hizo necesario imponer el sistema de «guerra a tanto alzado», esto es, la financiación particular de una campaña a cambio del ennoblecimiento y el beneficio del botín.
La sala dedicada a los orígenes del Cuerpo se abre con una recreación del célebre tapiz de la «Campaña de Túnez de Carlos V», en el que se encuentran los predecesores de los intendentes del Ejército español. Con una museografía colorida y desenfadada se explica además cómo ha ido variando la administración de los ejércitos a través de la historia, desde las legiones romanas en Hispania hasta el soldado de reemplazo del siglo XX.
El teniente Parrón, por un lado, y el teniente Domingo, por otro, mencionaron la procedencia de la milicia de muchas de las frases de uso común en nuestro lenguaje, como el verbo alardear, esto es, «hacer ostentación o demostración de fuerza». Procede el término, de origen árabe y documentado ya en el siglo XII en el Fuero de Teruel, de los «alardes», reunión de las tropas con la finalidad de ser contadas. Los alardes fueron el primer sistema de control de la administración militar. Asimismo, recordaron expresiones como «no dar un palo al agua», que viene de los que no querían remar; «tener la mosca detrás de la oreja», «con el agua al cuello», «poner una pica en Flandes», «guiri», etc. Las paredes del museo se hallan salpimentadas por frases de militares de rompe y rasga, como esta del Conde-Duque de Olivares: «A cuatro cabos se reduce lo sensible de la guerra: gente, dinero, orden y obediencia».
El transporte y la logística
Otra sala está destinada a los distintos medios utilizados antiguamente por la intendencia militar para la carga, transporte y abastecimiento de tropas, una de las principales misiones de la Intendencia. Se ilustra este apartado con maquetas a escala de tiendas de campaña, carretas, cubas, carros-horno, carros-cocina, compresores portátiles y aljibes móviles de campaña. Entre ellos, destaca el mulo, utilizado por el Ejército español como animal de carga gracias a su gran resistencia a la fatiga, a la sed y a la intemperie. Su importancia fue tal que se recomendaba al acemilero saber tratarlo, pues como reza un antiguo manual de instrucción: «El mulo es dócil si se le trata con inteligencia y con cariño; desconfiado y traidor si se le trata mal».
Algo así se puede interpretar en el trato al soldado, que figura en el apartado «Disciplina» del artículo 87 de las Reales Ordenanzas y se halla impreso en mármol en el patio principal de este recinto. Reza así: «El que ejerce el mando tratará de inculcar una disciplina basada en el convencimiento. Razonará en lo posible sus órdenes para facilitar su comprensión y aceptación. Con ello y con la lealtad y confianza que deben existir entre todos los miembros de las Fuerzas Armadas, evitará que el subordinado obedezca únicamente por temor al castigo».
Una de las responsabilidades del Cuerpo de Intendencia es la adquisición de materiales, tanto de prendas textiles para uniformes y tiendas de campaña como para la alimentación de los soldados, por lo que se exponen útiles para cocinar y todo tipo de utensilios, desde sillones de barbero a dormitorios completos. En el museo encontramos ejemplos de todo esto y de los desarrollos que los intendentes llevaron a cabo para verificar el buen estado del material, es decir, herramientas y maquinaria de control de calidad. Sirva de ejemplo el dinamómetro de pared exhibido en un rincón, que se usaba en los años 70 para medir la resistencia a la tracción de los tejidos.
Las famosas botas españolas Segarra, o de «tres hebillas», que muchos utilizamos en la «mili» en los años 70 y 80, figuran expuestas en una vitrina. Eran de una gran calidad y muy duraderas, lo que se demuestra en este rincón del museo con otro ejemplar despiezado. Objetos a contemplar detenidamente son los distintivos de empleos, los galones correspondientes a las distintas escalas y las insignias y rombos porta emblemas, además del equipamiento de faena del soldado: gorra, uniforme, petate, manta, cantimplora y cubertería individual. La formación de los cadetes en la Academia tenía una doble vertiente, la militar y la técnica, como documenta el material de laboratorio presente o el dedicado a las actividades físicas.
Avituallamiento de tropas
En otra sala de esta curiosa colección se ubica todo lo que un ejército necesita para «poder vivir, moverse y combatir», concebido como homenaje a todos aquellos que sufrieron los rigores del apoyo logístico en los campos de batalla. Aquí podemos ver algunos fusiles, cascos de combate y armas cortas, exhibidos en distintas vitrinas. Aljibes, hornos, bastes y sillas de montar, cornetas y tambores, botiquines para sanitarios y para el ganado, tiendas de campaña, hornos y sistemas de panificación y hasta material de carnización (los utensilios de cocina dedicados a «desmigar» la carne con destino al rancho de la tropa) están a la vista para sorpresa y acongoje del visitante curioso.
Especialmente reseñable son las cocinas de campaña, como el modelo Homs de 1918, o las móviles todoterreno montadas sobre remolque de los años 60. El modelo Arpa, por ejemplo, del año 1968, tenía capacidad para 200 plazas/hora, pesaba una tonelada y podía funcionar con gasolina, carbón, leña o gas. Los platos estrella, los más habituales que se preparaban en esta cocina para alimentar a la tropa, eran el potaje con garbanzos y espinacas y el estofado de ternera con patatas.
La penúltima sala hace honor a los principales símbolos de la Intendencia: su primera bandera, guiones y estandartes de todas las épocas, emblemas de la Academia, banderas de España y su evolución desde los Reyes Católicos, sables y bastones de mando, libros sobre administración y contabilidad, orlas con retratos de célebres intendentes, su himno, los recuerdos de sus héroes y caídos anónimos, además de peculiares dioramas con tropas y soldados de distintas épocas pergeñados por el teniente Parrón con huevos Kinder (impresionante la figura del aviador Carlos de Haya). En otro rincón dedicado a las distintas campañas en África, Parrón señaló el relato de otro cuadro de Ferrer-Dalmau titulado «Las levas heroicas de Igueriben». En la última sala del Museo se halla una gran maqueta de ferrocarril para el estudio de la logística en los años 70.
Santa Teresa, patrona del Cuerpo de Intendencia
En el lento deambular por el museo, los expectantes veteranos nos encontramos con maravillas como una hornacina hecha en madera, plata, bronce, piedra, esmaltes y marfil que contiene una talla policromada del siglo XIX de Santa Teresa de Jesús, patrona del Cuerpo de Intendencia desde 1915, cuando se decidió nombrarla como tal no sólo por ser natural de Ávila sino por ser ejemplo de mujer inteligente, culta, emprendedora y buena administradora de sus fundaciones, virtudes todas ellas que deben adornar a los intendentes.
También destacan los magníficos retratos al óleo del teniente general Francisco Mata y Alos-Conde de Torre-Mata, fundador de la Escuela Especial de Administración Militar, concebida por él a mediados del siglo XIX como un mero cuerpo de apoyo logístico a la fuerza de combate, y del intendente de Ejército Sr. Amorós y Vázquez de Figueroa. En el claustro se halla la figura escultórica dedicada a enaltecer la abnegación y el valor de José Valero, que siendo profesor de la Academia murió en la campaña del Rif de 1893, y la dedicada a tres compañeros del Cuerpo de Intendencia muertos en accidente de aviación: el capitán Guillermo Díaz Hervá (en 1923) y los tenientes Jesús Torres Aguilar (en 1920) y Francisco Osuna Mur (en 1921).
No falta la lista de los intendentes caballeros laureados con la Cruz de San Fernando y otras medallas militares y las fotografías del teniente de intendencia Francisco Carrillo de Albornoz Laguno portando el primer estandarte del cuerpo por las calles de Melilla, en 1923 (foto y estandarte están juntos), y del soldado de primera Antidio Vicente de la Dehesa Gullón Gallego, fallecido en 1918, a los 30 años, que durante el servicio militar en África consiguió dos Cruces Rojas al Mérito Militar en Campaña y la Medalla de la Campaña del Rif.
En un rincón preferente, una tienda viene a representar el cubículo que en campaña utilizaban los intendentes y sus escribientes para registrar todos los aconteceres relativos a su oficio. En ella se muestra un maniquí con uniforme y salacot delante de un escritorio con dos máquinas de escribir antiguas de la marca Olivetti.
Nobleza y razón
Al margen de la colección museística, destaca en el conjunto del edificio la sala de homenajes, con un importante artesonado con casetones y vigas de madera apoyados sobre ménsulas labradas, y un magnífico picadero, de 1882, con estructura metálica y fachada de ladrillo. También, el despacho del director, que contiene en sus paredes los retratos de todos los directores de la Academia y una fotografía del Rey Felipe VI, cuando era Príncipe de Asturias, estampando su regia rúbrica en el libro de honor del museo con ocasión de su visita a estas instalaciones en 2011, como ya se señaló antes (junto a la foto, la pluma con que firmó).
En el noble despacho concluyó este recorrido por el museo que concentra la historia, el espíritu, la nobleza y la razón de la Intendencia militar. El coronel Sáez Díez despidió a los veteranos, que le agradecimos su cumplida atención y la de los oficiales del museo y archivo, y abandonamos el recinto por la lujosa y granítica escalera principal, que luce en su pared un gigantesco óleo –6,5 metros de ancho por 3,5 m de alto– pintado en 1901 por el capitán de la Guardia Civil Víctor Morelli Sánchez-Gil, titulado: «Alpens, 1873. Muerte gloriosa del Oficial del Cuerpo Don Vicente Reina López», que representa el combate que sostuvo, en la tercera guerra carlista, el 9 de julio de 1873, en la localidad barcelonesa de Alpens, el oficial segundo de intendencia Vicente Reina, que tenía como misión defender del asalto un convoy de caudales.
El teniente Parrón relató brevemente el episodio bélico que representa el lienzo: la tropa liberal se vio sorprendida por una fuerza carlista mucho más numerosa y se entabló un tiroteo, el ataque a la bayoneta y la lucha cuerpo a cuerpo. El oficial Reina, rodeado por el enemigo, lo desafió sin más armas que su sable y pecho, mientras los últimos de sus hombres esgrimían el fusil para dar el posterior bayonetazo. El cuadro fue premiado en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1901 y comprado por suscripción entre el personal del Cuerpo.
Una vez fuera de la muralla, los hijos del Inmemorial fuimos despedidos a pie de autobús por los tenientes Parrón y Domingo, fijando seguidamente el rumbo a la Escuela Nacional de Policía, transportados en el vehículo facilitado por el Regimiento y pilotado con sabia pericia por Roberto Sánchez Moriano, del acuartelamiento General Cavalcanti.
Por supuesto, no sin antes adquirir como recuerdo, en el Centro de Recepción de Visitantes de Ávila, la correspondiente cajita de yemas de Santa Teresa, conocidas en estos lares como «yemas viajeras».
Primitivo Fajardo (30-09-2024)